Germán Yanke en Estrella Digital:
Me cuenta Javier Faya que el otro día, tras el accidente de Barajas, el comandante de un vuelo de Spanair del trayecto Túnez-Madrid salió al pasillo de la cabina tras las primeras indicaciones de la sobrecargo, se identificó y explicó al pasaje todos los detalles del vuelo, hasta los ruidos que seguramente oirían en el despegue. “Hemos venido desde Madrid y vamos a volver a Madrid”, les dijo. Y parece que los pasajeros le aplaudieron. La confianza, a menudo, se basa en cosas así, en pequeños detalles, como los que tenemos miedo al avión, a cualquier avión y en cualquier circunstancia, nos tranquilizamos con las sonrisas de las azafatas ajetreadas de aquí para allá.
Pero la más seria confianza esté en las medidas de seguridad de los vuelos, Spanair incluida, y en los sistemas de revisión de los aviones. Lo de Barajas fue un accidente y sorprende que se estén haciendo juicios (y juicios de intenciones) antes de que se sepa nada de la investigación iniciada. Si hay alguna responsabilidad, se conocerá y se depurará, pero al Gobierno no le corresponde manifestar, a través de terceros, que está descontento con la información facilitada por Spanair inmediatamente después del accidente. Si tiene respaldo legal para actuar de algún modo, que lo haga y que lo explique con detalle y lo razone. Si no, que se mantenga en lo que le compete y no más allá, como un comentarista de prensa o un inspector de vuelos y procedimientos. Ahora le toca a él tener que apechugar con el “retraso”, en la apreciación subjetiva de algunos, en las identificaciones de los cadáveres y, en este caso como en el otro, no se puede pedir lo imposible. El nerviosismo de las familias puede entenderse, pero no otros.
No hay más que acudir a los especialistas en aviación para hacer la larga lista de exageraciones y falsedades que, sobre los vuelos en general y el del accidente en particular, se están diciendo estos días. Y hasta los comentarios sensatos sobre lo ocurrido no tienen otra base que la especulación, es decir, las explicaciones sin fundamento cierto hasta que no se conozca el desarrollo de la investigación. Quienes solicitan información detallada y real y protocolos detallados deberían ser, precisamente por ello, más cuidadosos en las que proporcionan.
Spanair atravesaba graves dificultades antes del accidente. Ya se conocían sus pérdidas, ya se sabía que se había renunciado a la venta de la compañía, ya se había anunciado un duro plan de viabilidad. Nada de eso, por lo que ya sabemos, es causa del accidente ni la tragedia causará lo que ya padece la sociedad. El futuro de Spanair puede depender de sus accionistas, de la negociación con los sindicatos, de la confianza o desconfianza que genere en los clientes. Lo malo, vista la frivolidad con la que se habla, incluso desde instancias oficiales, es que dependa de rumores y especulaciones ajenas y sin base.
Pero la más seria confianza esté en las medidas de seguridad de los vuelos, Spanair incluida, y en los sistemas de revisión de los aviones. Lo de Barajas fue un accidente y sorprende que se estén haciendo juicios (y juicios de intenciones) antes de que se sepa nada de la investigación iniciada. Si hay alguna responsabilidad, se conocerá y se depurará, pero al Gobierno no le corresponde manifestar, a través de terceros, que está descontento con la información facilitada por Spanair inmediatamente después del accidente. Si tiene respaldo legal para actuar de algún modo, que lo haga y que lo explique con detalle y lo razone. Si no, que se mantenga en lo que le compete y no más allá, como un comentarista de prensa o un inspector de vuelos y procedimientos. Ahora le toca a él tener que apechugar con el “retraso”, en la apreciación subjetiva de algunos, en las identificaciones de los cadáveres y, en este caso como en el otro, no se puede pedir lo imposible. El nerviosismo de las familias puede entenderse, pero no otros.
No hay más que acudir a los especialistas en aviación para hacer la larga lista de exageraciones y falsedades que, sobre los vuelos en general y el del accidente en particular, se están diciendo estos días. Y hasta los comentarios sensatos sobre lo ocurrido no tienen otra base que la especulación, es decir, las explicaciones sin fundamento cierto hasta que no se conozca el desarrollo de la investigación. Quienes solicitan información detallada y real y protocolos detallados deberían ser, precisamente por ello, más cuidadosos en las que proporcionan.
Spanair atravesaba graves dificultades antes del accidente. Ya se conocían sus pérdidas, ya se sabía que se había renunciado a la venta de la compañía, ya se había anunciado un duro plan de viabilidad. Nada de eso, por lo que ya sabemos, es causa del accidente ni la tragedia causará lo que ya padece la sociedad. El futuro de Spanair puede depender de sus accionistas, de la negociación con los sindicatos, de la confianza o desconfianza que genere en los clientes. Lo malo, vista la frivolidad con la que se habla, incluso desde instancias oficiales, es que dependa de rumores y especulaciones ajenas y sin base.