viernes, 11 de marzo de 2011

Día Internacional de la Mujer (II)

Soy contrario a la discriminación positiva porque creo que todos los ciudadanos deben ser iguales ante la ley y ésta debe velar por dicha igualdad. Esto de la igualdad se ha ido de las manos y no hace más que penalizar a las mujeres que valen. Lo que desde luego es un disparate es ese afán regulador que pretende obligar a las organizaciones privadas a adoptar decisiones en función de un objetivo que el gobierno pretende imponer.

Interesante el artículo de Salvador Sostres en El Mundo de ayer.

El día de

Nada tan estéril, ni tan ridículo, ni tan humillante como los días de. Sirven de coartada para hacer lo que te dé la gana el resto de los días del año, folclorizan, fomentan el gueto, estigmatizan de un modo provinciano, aunque se trate de una celebración universal. Los días de son para gente que ha perdido, como la nostalgia, son las flores que llevamos a los rebeldes que fracasaron. Los días de son una rendición, una claudicación. Daban pena todas aquellas señoras, el otro día, en el palco del Camp Nou, exhibidas como monas de Pascua. Esa complacencia que mostraban acentuaba el patetismo de la estampa.

Los días de implican una renuncia al resto del calendario y significan asumirse uno mismo como una extravagancia. En Cataluña cada vez se venden más libros el día del libro (Sant Jordi) y cada vez los libros más vendidos son más absurdos y el pueblo catalán más zafio y más inculto. Sólo así se comprende que nos hayamos dejado hacer dos tripartitos.

El presidente del Barça, Sandro Rosell, autor intelectual del sarao uterino del sábado, tiene sólo a dos mujeres en su Junta, sobre un total de 20 directivos. Y todavía más: a pesar de que el día de la mujer fue el martes, invitó a las señoras al partido menor del sábado, ante el Zaragoza, en lugar de invitarlas el día exacto, en que se jugó el crucial partido contra el Arsenal, que naturalmente ni él ni sus directivos machos quisieron perderse por semejante patochada.

El feminismo siempre ha confiado en las estrategias peores para lograr sus objetivos. Y en las líderes más inconcebibles, como Bibiana Aído o Lidia Falcón, por citar una de cada registro y de cada época, extemporáneas siempre, grotescas, que nada han conseguido que no haya sido proyectar odio y resentimiento, mucha frustración. Lidia Falcón aún va por el mundo diciendo que es comunista y justificando, entre otras atrocidades, la invasión soviética de Praga. Lo de Bibiana Aído es tan irrisorio que ni merece comentario. Ellas, ellas dos y otras tantas líderes del feminismo, hicieron su buen negocio personal viviendo de la herida.

Pero ni la han resuelto ni han estado cerca de hacerlo, en parte por falta de inteligencia -eso siempre- y también porque han preferido el cinismo de explotar el conflicto que esforzarse por resolverlo. Todas ellas son como un día de, como un folclore, como un traje regional, como una falla.

Mientras tanto, no hay ni que decir que las mujeres inteligentes y capaces se abren paso sin dificultad gracias a su capacidad y a su inteligencia, y no aceptan jamás la humillación de que se les perdone la vida por ser mujeres, entre otras cosas porque no lo necesitan. Con su talento se bastan.

Las que sirven se hacen empresarias, o excelentes profesionales. Las que no sirven, a la queja, la bronca y al sindicato. Exactamente igual que los hombres. Exactamente el mismo proceso, el mismo mecanismo, la misma derrota y por los mismos motivos. Jamás he visto a ninguna mujer inteligente tras una pancarta en una manifestación. Hombres inteligentes tampoco he visto a ninguno. Tienen demasiado trabajo como para perder el tiempo en tonterías. Tienen demasiado trabajo tratando -ellos y ellas sí- de mejorar el mundo.

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