jueves, 27 de septiembre de 2007

Presupuestos


Lamentable espectáculo el de la discusión de los Presupuestos Generales del Estado. Las inversiones en función de criterios tan curiosos como la población o el PIB regional para configurar el famoso sudoku del feble, melifluo y pusilánime Solbes. Supongo que en los próximos estatutos de Extremadura y Castilla La Mancha el criterio de reparto será por superficie del territorio. Lo que es increíble es que a Madrid le han adjudicado partidas presupuestarias tan suculentas como 12 millones de euros para mejorar La Moncloa, saneamiento de Ceuta y Melilla: 3 millones de euros, modernización de zonas regables del Canal de Aragón y Cataluña: 5 millones, acondicionamiento de los cauces del Júcar: 1,2 millones de euros, reestructuración de la Minería del Carbón: 1 millón de euros, seguridad del tráfico marítimo y Vigilancia costera: 3,3 millones de euros.


El Gobierno carece de un proyecto nacional de infraestructuras y se limita a incorporar a los presupuestos lo que le dictan las comunidades gobernadas por sus afines. Así lo reconoce Felipe González en un artículo hoy en El País.


Perlitas y palos a Zapatero:


Los equilibrios presupuestarios, sin fundamentalismos trasnochados que defienden en cualquier circunstancia el déficit cero o la virtualidad del endeudamiento, no son de izquierdas ni de derechas, sino de buen gobierno.

Por lo menos reconoce que su gobierno fue nefasto ya que acumuló grandes déficits públicos.


Palos a Zapatero y Solbes:

Más allá de eso, desde los bíblicos tiempos de las vacas gordas y las vacas flacas, lo razonable es que en periodos de bonanza se ahorre y en los de crisis se tengan reservas para responder a las necesidades que de forma inevitable surgirán por la disminución de ingresos y las necesidades de gasto equivalentes o superiores. Este criterio, de buen sentido, debe tener en cuenta la sostenibilidad de los gastos que se propongan con carácter recurrente.


Con acierto o con error en su interpretación, al Gobierno de España le corresponde presupuestar con la vista puesta en los intereses generales, que en la perspectiva de un Gobierno progresista debe enfatizar la cohesión social, sin dejarse arrastrar por demandas de oportunismo explicable pero no razonables como las que estamos contemplando. Este ejercicio es tanto más difícil cuanto mejor se han llevado las cuentas en el periodo de bonanza que hemos vivido. Si hubiera dificultades para cuadrar las cuentas, paradójicamente, sería más fácil, y la demagogia, algo más limitada.


Las inversiones en infraestructuras no pueden ser igualadas por raseros territoriales ni poblacionales, aunque pueda haber acuerdos temporales con cada autonomía. Dependen de factores múltiples que obligan al poder central a orientarlas para producir riqueza de la manera más eficiente, incluyendo la recuperación de los retrasos históricos, que en última instancia persiguen la misma finalidad.


Luego le echa flores a Zapatero frente a la demagogia de los otros. El que quiera sufrir náuseas que lo lea.

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