The Economist publica hoy un artículo sbre la economía española con el irónico título de "Unsustainable", insostenible. Toda una indicación el día antes de que el Gobierno, según nos han anunciado en los últimos días la "ley de economía sostenible".
SPAIN is the new sick man of Europe. That was how some commentators greeted the news that, although most other European Union countries climbed out of recession in the third quarter, Spain’s economy shrank, for the sixth quarter in a row. Yet a 0.3% drop in GDP was barely as big as Britain’s. And Spain has suffered a smaller one-year fall than the EU average, with Germany, Italy and Britain all doing worse.
In none of these countries, however, has the pain of recession bitten so deep. Spain’s 19% unemployment rate is second only to Latvia’s in the EU. It reflects a structural hangover in a country that got drunk on bricks and mortar before its property bubble burst in 2007. Because of this, Spain entered recession in an already weakened state. As others recover slowly but predictably, Spain will need more time and extra care. Even optimists expect real recovery to come only in 2011.
Y mi amigo Alejandro me envía este artículo de ABC, "El George Bush español":
Pero hay unos parecidos asombrosos entre el daño que causó Bush y el que está causando José Luis Rodríguez Zapatero, y que de hecho, también se debe a su personalidad. Incluso muchos de los que antes defendían a Zapatero están empezando a pensar que la historia lo juzgará como el George W. Bush español. En política exterior, no recuerdo un declive tan precipitado en la influencia o el estatus de ningún Estado miembro de la UE. Cuando Zapatero asumió el cargo, España, gracias a sus logros internos y al sobrio liderazgo de sus dos predecesores, -junto con la siempre elevada profesionalidad del cuerpo diplomático español-, había llegado a considerarse parte del club de líderes. Nada que tuviera trascendencia sucedía en Europa sin el «consejo y el consentimiento» de facto de España. En la escena mundial, su relación especial con Iberoamérica y un importante papel mediador entre Europa y Estados Unidos, -aunque sin el bagaje de los británicos-, subrayaba la importancia de España. Actualmente, en parte como consecuencia de la propia imagen del Presidente español, -a pesar de las «matizaciones» del Elíseo-, y en parte por una reivindicación extrema, al estilo de Grecia, de los intereses españoles, y también, en parte, por una ausencia casi total de iniciativa y liderazgo europeos, Zapatero está en la photo-finish con Berlusconi en la cola de la liga de los líderes de grandes Estados. Y a España se la trata como a un pasajero problemático en el barco o como a un cliente al que comprar y vender. En el plano internacional, gestos como su insulto infantil a la bandera estadounidense y unas poses torpes en otros escenarios internacionales, que ni siquiera su muy capaz ministro de Exteriores puede enmendar, han hecho que España sea sencillamente irrelevante en la mayoría de las crisis mundiales, un actor principiante, aunque consiguió entrar por los pelos en el G-20.
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