martes, 3 de noviembre de 2009

Corrupción

Llevamos años, muchos años, los españoles conviviendo con la corrupción política. Parece que es un fenómeno de estos meses, pero la corrupción se convirtió en el mal de España en el año 1982. La victoria de Felipe González, ese gran estadista al que algunos tanto añoran, trajo consigo la corrupción institucional e industrializada (es decir, repetible, con métodos bien calculados, predecible para que no haya fallos, lo contrario de la artesanía, para entendernos). Sólo a los más jóvenes del lugar habrá que recordarles los mil escándalos que se destaparon en sus mandatos, desde la expropiación y posterior privatización de Rumasa hasta el caso Roldán. Todo para beneficiar a un partido, el PSOE ("cien años de honradez", y ni uno más), y a una casta de dirigentes, que usaron palabras de libertad e igualdad como trampantojos para una sociedad lanar que se traga cualquier mentira bien adornada.

Ahora parece que los partidos se rasgan las vestiduras y proponen nuevos pactos contra la corrupción, cuando ésta está en la base misma de su acción política y es elemento fundamental para su supervivencia como organizaciones. No en vano la financiación de los partidos políticos parte de un principio corrupto y es que no devolverán con dinero las deudas que contraigan con las entidades bancarias. Usarán favores legislativos que permitirán a las entidades recuperar con creces esos préstamos, a costa de los ciudadanos.

La base de la corrupción política es la propia política en un estado antiliberal como el español. Para el que no lo recuerde, el Estado liberal es aquél en el que los poderes son independientes y no están supeditados entre sí. La corrupción viene de la capacidad que tienen los políticos, apoyados en las leyes, de extorsionar a la sociedad para extraerles recursos ingentes con los que desarrollar determinados proyectos, y es utilizada por los "avispados" para conseguir favores. Esa capacidad gigantesca de cambiar el valor de las cosas mediante concesiones administrativas sin control, o con un control debilitado, es lo que produce la corrupción. Y el empresario que no entre en el juego, es vetado o parte con gran desventaja en el teórico juego de la competencia del mercado.

Por tanto, sólo hay una solución para la corrupción. Reducir el gasto de la Administración, reducir los impuestos, liberar las fuerzas sociales para que libremente puedan elegir los proyectos que mejor les parezcan, sin la intervención de unos políticos iletrados y ladrones.