Los que me conocen bien, saben que me opongo a la reforma sanitaria de Obama por dos razones, una puramente egoísta y otra de resistencia liberal. La egoísta es que tengo algunas inversiones en dólares y el Obamacare generaría un gigantesco déficit que se añadiría al ya enorme déficit fiscal norteamericano, lo que debilitaría el dólar y, por tanto, el valor de mis ahorros.
Pero la segunda es más importante. Y es que si Obama saca adelante su plan, se habrá perdido toda esperanza para los que creemos que el Estado no debe regular ni intervenir en ninguna área de la vida social.
Me ha gustado el artículo de John Stossel en Libertad Digital:
En 1964, el presidente Johnson obtuvo una aplastante victoria, muy similar a la mía. Su elección también llevó a los socialistas al Congreso. Al año siguiente, se creó el primer plan sanitario de gestión pública: el Medicare. Tenían buenas intenciones, pero lamentablemente fue el colmo de la irresponsabilidad fiscal. Sé que el Medicare es popular entre los ancianos. Por supuesto que lo es. A todos nos gustan las cosas gratis. Pero es insostenible. Los jubilados están convencidos de que sus facturas del Medicare se pagan con un fondo creado a partir de las deducciones que en su día experimentaron en sus nóminas. Pero esto es una mentira que nos hemos inventado los políticos. En realidad, mis predecesores gastaron cada centavo de esas retenciones inmediatamente. Las dilapidaron en guerras y despilfarros varios que les ayudaron a salir reelegidos. El dinero destinado a la atención médica de los jubilados actuales es arrebatado a los que trabajan hoy.
Este fraude piramidal funcionó un tiempo. Pero entonces la gente empezó a tener el valor de vivir más tiempo. La esperanza de vida media se elevó de los 71 a los 78 años. Cuando comenzó el Medicare, había cinco personas en edad laboral por cada beneficiario del Medicare. Ahora sólo hay cuatro. Y hacia el año 2030, la Junta de Administradores de Medicare espera que haya sólo 2,4. A menos que millones de trabajadores jóvenes se incorporen de pronto al mercado laboral procedentes de algún otro planeta, no hay forma de que haya suficiente mano de obra como para pagar las prestaciones del Medicare que nosotros los políticos hemos prometido. Las obligaciones sin financiación ascienden a 37 billones de dólares... sí, billones. Es una estafa. Nosotros los políticos deberíamos avergonzarnos de lo que hemos prometido a nuestros electores. Por menos que esto encerramos a Bernie Madoff.
Por tanto, hoy me disculpo por defender los absurdos proyectos de ley de reforma sanitaria, propuestas que añadirán billones de dólares en deuda a un sistema ya insostenible. En su lugar, propongo elevar la edad para acogerse al Medicare. Propongo que los ancianos con recursos sólo reciban dinero de Medicare hasta recuperar poco a poco la cantidad que invirtieron. Después, la gente con recursos debe pagar su propia atención médica.
Estas medidas pospondrán pero no evitarán la quiebra del Medicare. Tanto demócratas como republicanos saldremos mejor parados reconociendo esta realidad cuando antes. Nunca habrá suficiente recaudación para sufragar todo lo que quiere la gente. Si esperamos que el Estado pague la atención médica, los burócratas tendrán que decirle a la gente en algún momento, "No, usted no tiene derecho a eso".
Hay un camino mejor. Les recuerdo mi discurso a los líderes empresariales de marzo. Dije, "el libre mercado norteamericano ha sido el motor del gran progreso de América... Y estoy seguro de que nuestro papel como legisladores no es el de menospreciar la riqueza, sino ampliar su alcance; no estrangular el mercado, sino reforzar su capacidad de desatar la creatividad y la innovación que todavía hace de esta nación la envidia del mundo".
Sólo la vitalidad del sector privado –un sector privado verdaderamente libre, no comprometido por la agobiante parálisis de la regulación pública– puede sacar a Estados Unidos del desastre insostenible en el que nosotros, los progresistas, lo hemos metido. En consecuencia, propongo la liberalización total del sector de la medicina y los seguros. Las competencias estatales elevan el coste de la medicina al obligar a la gente a suscribir seguros que muchos nunca contratarían si dependiera de ellos. El gobierno federal refuerza este sistema demencial al prohibir la libre competencia entre estados.
Mientras tanto, la homologación profesional y los controles de las facultades de medicina siguen limitando la oferta de servicios médicos y mantienen elevados los precios. Eso debe acabar, junto a las restricciones a las cuentas de ahorro para gastos médicos. Un libre mercado sanitario mejorará el servicio y bajará los precios. El precio de los seguros se reducirá a la par que el coste de la atención.
La única manera de evitar el colapso del Medicare es que los jubilados accedan a los planes privados de protección pagados por ellos mismos. Dado que, sin embargo, muchas personas con ingresos fijos tendrán problemas para contratar un seguro, propongo que vendamos dos millones de kilómetros cuadrados de propiedad del gobierno federal y que destinemos los beneficios a la cobertura de los mayores y de los más necesitados. A continuación tenemos que liberar a los trabajadores más jóvenes de las retenciones masivas del Medicare en sus nóminas de forma que puedan ahorrar para pagar la atención médica que elijan, hoy y en el momento de su jubilación.
Sí, mis amigos socialistas, la libre empresa es el camino.
2 comentarios:
Antes de opinar, ¿alguien conoce la propuesta de Obama en detalle?
este obama care es algo obligatorio sino te multan y despues hablan mal de los comunistas,que ejemplo quieren sacarles el jugo a los que trabajamoos,mas explotacion.
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