domingo, 10 de octubre de 2010

Carancho



Sosa es un abogado que trabaja en un despacho especializado en cobrar indemnizaciones de accidentes de tráfico. Bajo la cobertura de un despacho amparado en una fundación de ayuda a las víctimas de accidentes, se esconde una poderosa trama de corrupción que incluye a policías y médicos.

En uno de los accidentes a los que acude a conseguir un cliente, conoce a una doctora que trabaja en el servicio de ambulancias urgentes, de la cual se enamora. Luján es una chica solitaria, sin mucha esperanza ni mucho futuro, que rápidamente cae en las redes amatorias del abogado. Todo se complica cuando Sosa se quiere retirar de la sórdida vida que lleva. La traumática experiencia de la muerte de un amigo en un accidente amañado le decide a abandonar, a rajarse a "irse a la mierda".

La película de Pablo Trapero es una película dura, negra, de sangre seca, sucia. No sólo narra la oscura trama mafiosa, sino que presenta una dura situación social. La Argentina de hoy, corrupta hasta la médula, donde cualquier cosa está permitida para sobrevivir y no hay estamento que se salve de la corrupción. Todo es desolador y sórdido en la película, desde los sucios hospitales a las descuidadas calles del Gran Buenos Aires en las que transcurre la acción.

Siendo una buena película, el guión no es redondo y durante gran parte del metraje el espectador se pregunta quién es quién en la trama y cuál es la causa de las palizas que sufre Sosa. Estaría bien si el narrador se hubiera querido centrar únicamente en la historia de amor entre Sosa y Luján, pero siendo la trama mafiosa central en la historia, es confuso. La fotografía es efectiva, planos cortos, muy cortos, como si quisiera entrar debajo de la piel de los protagonistas.

Los dos últimos minutos de la película son de una dureza extrema, que dejan al espectador pegado a la butaca, literalmente triturado ante la inevitabilidad de los acontecimientos.

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