viernes, 19 de marzo de 2010

La ciudad de las fotos verticales


El río teñido de verde por San Patricio


Trump Tower




Estoy en Chicago pasando unos días después de un curso multicultural. Esta ciudad de grandes rascacielos y de arquitectura prodigiosa, sólo da para llevar la cámara en posición vertical. Muy diferente de la América de una planta de Ilf & Petrov, comentada aquí en diversas entradas.


Chicago es la ciudad de la arquitectura. Aquí se encuentran cuatro de los cinco rascacielos más altos de EE.UU. Hasta hace poco estaba el más alto del mundo, la antigua Sears Tower, ahora Willis Tower. El segundo es uno que yo no conocía, construido por el rico magnate Trump y luego están el Aon Tower y el John Hancock. Todos ellos edificios singulares y espectaculares. El menos espectacular para un madrileño es la Torre Aon, que es muy parecido a Torre Picasso, pero con el doble de plantas.


La ciudad cambia a toda velocidad y cada vez que uno viene aquí hay nuevos edificios, nuevas tiendas, nuevos negocios. La zona central está formada por el Loop, llamado así porque el metro elevado forma un bucle dentro del que queda el Theatre District y los edificios de oficinas y por la cercana Michigan Avenue hacia el norte, cruzando el río Chicago. Esta es llamada la Magnificent Mile por encontrarse aquí las tiendas de las marcas de lujo y alguna de no tan lujo, como Zara que siempre se quiere codear con los grandes del lujo en su mismo territorio.


Fuera del centro hay zonas muy interesantes también para los amantes de la arquitectura. Destacan el barrio de Oak PArk, donde se pueden admirar unas cuantas construcciones de Frank Lloyd Wright, donde él mismo vivió y tenía su estudio. El original arquitecto también construyó la Robie House en Hyde Park, un barrio al sur de la ciudad, donde se encuentra la Universidad de Chicago, que tantos premios Nobel ha dado.



Lo único malo que tiene Chicago es el frío que hace. Por lo demás, es una ciudad interesante para vivir, con intensa vida cultural, buen comercio y barrios residenciales tranquilos. Grandes parques para pasear o montar en bicicleta, playas en el lago, mil actividades una vez se va la nieve, conciertos al aire libre, ferias y mercadillos, buenos clubs de jazz y blues. Mañana veremos a Joe Lovano, un saxofonista que ha tocado con Paul Motian, Stan Getz, John Scofield, Bill Frisell y que está en lo mejor de su carrera. Aquí se ve a estos grandes monstruos del jazz y el blues a diez metros de distancia, sentado en una mesa tomándote un cocktail o cenando, que es como se debe ver el jazz. En España sólo se puede ver a gente así en salas de concierto, mucho más frías y con menos conexión entre el músico y el público.


Chicago fue la ciudad de la mafia, y lo sigue siendo de los políticos corruptos, los racketeers. El caso más reciente, el intento de venta del escaño que Obama dejó vacante en el Senado cuando llegó a la Presidencia. Aprendieron rápido de Capone y sus secuaces, los políticos de Chicago. De hecho, al círculo íntimo de Obama le llaman la Chicago mafia. No porque sean criminales, sino porque deben actuar como una mafia.


Ayer fue San Patricio y el río lo tiñen de verde para celebrar a los irlandeses que tanta influencia han tenido en la construcción del país y que conformaron una gran comunidad en Chicago a principios del siglo XX. Ahora, la ciudad es una amalgama de gente de todas las razas y procedencias. La comunidad mexicana es especialmente grande en Illinois. El otro día, Frank, el limpiabotas donde me limpio los zapatos cada vez que vengo a hacer un curso, me decía que en Aurora, la segunda ciudad de Illinois los mexicanos son más del 50% de la población. Por cierto, que el tal Frank es un enamorado del jazz y ha grabado un disco con Sound Of Good News, un grupo de músicos de jazz y Gospel de Rockford, Il.

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