Cómo no, el intento de asesinato de una congresista demócrata a manos de un psicópata ha sido utilizada por la progresía de los dos lados del Atlántico como pretexto para criminalizar al Tea Party.
Unanimidad total en la prensa española.
El País:
La congresista aparecía en una lista que la cara más visibles del movimiento ultraconservador Tea Party, Sarah Palin, hizo pública el año pasado sobre los enemigos a batir en las elecciones de noviembre de 2010. Aunque la grosera presentación de esa lista -con dianas apuntando a los Estados de los congresistas mencionados y el ominoso título de "No se retiren, recarguen"- provocó las iras justificadas de muchas personas, la lista se refería a 20 congresistas que habían votado a favor de la reforma sanitaria y que pertenecían a distritos ganados por los republicanos en las presidenciales de 2008, es decir susceptibles de ser recuperados por la oposición en 2010.
Especulaciones y conexiones similares van a ser inevitables hasta que la investigación avance. Es indiscutible que el clima político en Estados Unidos se ha envenenado desde la aparición del Tea Party y, aunque este múltiple crimen sea únicamente la reacción individual de un personaje atrabiliario que llenaba Internet con absurdas reflexiones, el debate sobre la responsabilidad de la clase política está servido.
El Mundo:
La congresista Gabrielle Giffords, disparada en la cabeza por un atacante este sábado, ha sido una de las demócratas más criticadas por el sector duro del partido republicano, con Sarah Palin a la cabeza. Tanto es así que la propia Palin, en una serie de anuncios publicados en SarahPAC.com, su centro de acción política en Internet, señalaba a Giffords como uno de los 20 objetivos a desbancar en las pasadas elecciones a través de una mirilla sobre el distrito al que representa.
Junto a Giffords había otros 19 políticos demócratas "que votaron a favor de la reforma sanitaria" y que pertenecían a distritos que en 2008 ganaron McCain y Palin en las elecciones presidenciales. "¡Recuperemos los 20, juntos!", remataba este anuncio de Palin al que acompañó otro con la misma iconografía -mirillas de escopeta sobre un mapa de Estados Unidos- con el texto: "Hemos diagnosticado el problema… ayúdanos a prescribir la solución".
El Periódico:
Desde todas las instancias políticas y policiales estadounidenses se llamaba ayer a la calma y la contención de especulaciones sobre las posibles motivaciones tras el tiroteo en Tucson. Sin embargo, nada podía evitar que ciudadanos y analistas apuntaran a la realidad de los últimos años, cuando EEUU ha sufrido una radicalización en el discurso público, sobre todo con el apogeo de movimientos ultras como el Tea Party, y una polarización entre conservadores y progresistas.
Poco después de que empezara a extenderse la noticia del tiroteo, periodistas y blogeros recuperaron un controvertido mapa político que el Comité de Acción Política de Sarah Palin colgó tras la aprobación de la ley de reforma sanitaria. En ese mapa se habían identificado a 20 congresistas demócratas que dieron su voto a la ley, incluyendo Gabrielle Giffords, tiroteada ayer. Estaban en distritos que en alguna ocasión habían votado por los republicanos y se instaba a recuperarlos para los conservadores en las elecciones de noviembre.
No habría tenido más relevancia si en ese mapa de EEUU los distritos que se pretendía recuperar no hubieran estado marcados con puntos de mira como los que usan los rifles para apuntar a una diana. O si tras la aprobación de la ley no se hubieran transformado en ataques vandálicos contra oficinas de congresistas demócratas (incluyendo la de Giffords) lo que habían sido meses de amenazas y de violencia semántica.
La Vanguardia:
La congresista demócrata tiroteada en Arizona, Gabrielle Giffords, estaba en el punto de mira del Tea Party por su defensa de la reforma sanitaria y de la ley de la inmigración.
El recelo hacia la senadora Gabrielle Giffords era tal que en su página de Facebook la diva del grupo conservador, Sarah Palin, la colocó en un mapa de Estados Unidos como uno de los demócratas a batir para evitar la reforma sanitaria de Barack Obama. El mapa de objetivos los señalaba con la mirilla de un arma.
Este polémico mapa ya no figura en la página oficial de la ex gobernadora de Alaska, en lugar de eso, Palin ha colgado un mensaje de condolencias en el que asegura que ella y su familia rezan por “las víctimas y sus familias, y por la paz y la justicia”.
Sin embargo, JM Guardia desvelaba el mismo día del asesinato el perfil del asesino, un psicópata que ya había intentado una matanza hace años. Él mismo cuenta en su blog que le mandó las fuentes a Tele5 para que dieran una información más veraz o, cuanto menos, con diferentes ángulos, cosa que la zafia cadena berlusconiana no hizo. Excelente la serie de entradas de Barcepundit sobre el asunto, que demuestra la hipocresía de los progres.
Dice en otra de ellas:
Tengo escrito en varias ocasiones anteriores que el verdadero mal de la prensa española no es que mienta. Al fin y al cabo, la mentira es rebatible simplemente mostrando los hechos ciertos. Lo que hacen los medios españoles es algo mucho más insidioso: ocultar hechos relevantes a sus lectores que, de conocerlos, probablemente les harían ver las cosas de otro modo. Por ejemplo, es evidente que saber que el asesino era descrito por sus compañeros de clase como radical de izquierdas hace sólo tres años haría que muchas personas se preguntaran dos veces si la caracterización del atentado como algo inspirado por la ultraderecha es correcta. O por lo menos intuirían que hay algo que no funciona bien en su mente y que es eso, y no supuestas incitaciones externas, lo que le llevó a cometer el delito. Omitir una información relevante es, en términos periodísticos, una estafa. Y hasta que los medios españoles tengan la honestidad de ofrecer a sus lectores todos los hechos, tanto los que coinciden con su línea editorial como los que no lo hacen (podrían seguir el ejemplo de esa prensa estadounidense que tanto admiran) no tendremos una opinión pública informada y, en ese sentido, sana.
Sólo he encontrado dos artículos que disienten de la línea oficial progre. Arcadi Espada en El Mundo de hoy:
Acierta Krugman, sin embargo. La matanza de Arizona ya no se puede desvincular del Tea Party. Pero sólo porque Krugman lo ha dicho. Este es el hecho. El asombroso hecho. Por el momento no hay ningún otro hecho que vincule a Jared Lee Loughner con el clima de odio que denuncia Krugman. No debe de serlo, por ejemplo, el que la Policía haya descubierto que el jovencito ya preparó una matanza hace años, cuando el Tea Party era (¡sólo!) una sublevación fundacional de la nación americana. El hecho que construye Krugman pertenece a una extraña categoría de hechos no falsables: los que resultan de combinar las opiniones con el argumento de autoridad. Paradójicamente su carácter infalsable no los fragiliza. ¡Quia!: los blinda. La opinión de Krugman ya ha alcanzado el estadio plácido, invulnerable y amniótico de las opiniones del astrólogo. Y su devastadora influencia. Krugman. La inteligencia de la nación.
El otro es de David Gistau también en El Mundo.
Marcadas las distancias con el movimiento del Tea Party, que no es sino el esperpento de los valores genesíacos que emanan de la Declaración de Independencia, no deja sin embargo de sorprender que se le haya atribuido alguna forma de autoría en la masacre de Tucson. Sólo es posible relacionar de forma natural a los integrantes de un movimiento político con la acción de un psicópata si previamente se ha hecho pasar por psicópatas a los integrantes del movimiento político. Lo que cabe preguntarse entonces es a qué se debe esa reputación de los miembros del Tea Party por la cual es posible imaginarles cometiendo un asesinato, o al menos incitando a otro a que lo cometa. Y sólo se nos ocurre una respuesta: que no les gusta Obama. Para la izquierda española, que no te guste Obama no sólo constituye un síntoma de desorden mental. Además, y aplicando la lógica de Joe Pesci en Casino, te convierte en un asesino potencial: se empieza protestando por la reforma sanitaria y se acaba descerrajándole un tiro en la cabeza a una congresista demócrata.
Se me replicará que el Tea Party ha irrumpido con una retórica crispante, y es verdad. Pero no lo es menos que la que sufrió uno de los presidentes americanos más insultados, George Bush, y a nadie se le ocurrió nunca que las agrestes opiniones que inducían el odio contra él fueran una incitación al asesinato. Al revés: como las emitían actores y demás exquisitos de la intelectualidad, y no rednecks de derechas, eran tenidas por demostración de un admirable compromiso.
1 comentario:
excelente sigue así
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