lunes, 24 de enero de 2011
Regenera ¿qué?
Este fin de semana el PP ha celebrado su convención política, un acto de propaganda a mayor gloria del líder y de la nomenklatura del partido. El sábado me sobresalté cuando leí un titular que decía que Aznar apoyaba a Rajoy por la regeneración nacional. Fue inevitable esa sensación de déjà vu. Los discursos, o discursis como dice mi amigo Alberto, parecían esperanzadores, pero no dura mucho la alegría para el iluso liberal. Hoy el PP se ha puesto de acuerdo con el PSOE y con CiU para salvar la ley Sinde con mínimos cambios. El déjà vu es completo. La regeneración rajoyana no ha durado ni dos días.
Dice un proverbio judío que si me engañas una vez, la culpa es tuya. Si me engañas dos veces, la culpa es mía.
Interesante la crónica de Amador Fernández Savater sobre una cena que organizó la ministra González Sinde para recabar la ayuda de los "intelectuales". La cena del miedo. Hay que leerlo entero. Aquí dos párrafos:
Quizá haya por ahí algún morboso preguntándose qué nos dieron para cenar. Yo se lo cuento, no hay problema, es muy sencillo. Fue plato único: miedo. El miedo lo impregnaba todo. Miedo al presente, miedo al porvenir, miedo a la gente (sobre todo a la gente joven), miedo a la rebelión de los públicos, miedo a la Red. Siento decir que no percibí ninguna voluntad de cambiar el rumbo, de mirar a otros sitios, de escuchar o imaginar alternativas que no pasen simplemente por insistir con la Ley Sinde o similares. Sólo palpé ese miedo reactivo que paraliza la imaginación (política pero no sólo) para abrir y empujar otros futuros. Ese miedo que lleva aparejado un conservadurismo feroz que se aferra a lo que hay como si fuera lo único que puede haber. Un miedo que ve enemigos, amenazas y traidores por todas partes.
...
Lo que hay aquí es una élite que está perdiendo el monopolio de la palabra y de la configuración de la realidad. Y sus discursos traducen una mezcla de disgusto y rabia hacia esos actores desconocidos que entran en escena y desbaratan lo que estaba atado y bien atado. Ay, qué cómodas eran las cosas cuando no había más que audiencias sometidas. Pero ahora los públicos se rebelan: hablan, escriben, se manifiestan, intervienen, abuchean, pitan, boicotean, silban. En la reunión se podía palpar el pánico: “nos están enfrentando con nuestro público, esto es muy grave”. Pero, ¿quién es ese “nos” que “nos enfrenta a nuestro público”? Misterio. ¿Seguro que el público no tiene ninguna razón verdadera para el cabreo? ¿No es esa una manera de seguir pensando al público como una masa de borregos teledirigida desde algún poder maléfico? ¿Y si el público percibe perfectamente el desprecio con el que se le concibe cuando se le trata como a un simple consumidor que sólo debe pagar y callar?
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