miércoles, 24 de junio de 2009

China es peor que Mataró

El lunes leí en El País una noticia que me dejó estupefacto: En China se vive mucho peor que en Mataró. Se refiere a la redada que los Mossos hicieron la semana pasada contra unos talleres textiles "clandestinos" en los que unos "mafiosos" chinos "explotaban" a unos trabajadores, chinos también, a los cuales "esclavizaban". La curiosidad de la noticia es que los "esclavos" chinos querían volver a trabajar en los talleres.

Pero los miembros de la comunidad no se sienten liberados. Están irritados. Dicen que ahora sí les han convertido en víctimas: una suerte de ERE policial les ha dejado sin sustento. Y, a algunos, sin cama.
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Pero los expertos en la comunidad china -que ha alcanzado las 143.000 personas con permiso de residencia, según los últimos datos- sí lo entienden: "En China viven peor. Tienen un catre y fuego para calentarse. Vienen a sabiendas de que van a trabajar lo que haga falta para ganar dinero y montar su negocio", explica Anna Martínez, secretaria general de Casa Asia, que ha elaborado un estudio sobre la comunidad.

Esto rompe los esquemas de la socialdemocracia gobernante que no puede reprimir su tentación redentora de los esclavos de la Tierra, aunque sea en su contra. Se olvida que es más duro pasar hambre que trabajar todos los días de la semana y que sólo cuando se tiene el estómago lleno, e incluso algún que otro lujo, se empieza a pensar en el ocio. El ocio es de ricos y para ricos. Los pobres chinos no tienen tiempo nada más que para trabajar, si quieren comer y educar a sus hijos. Es evidente que esta gente se comerá al acomodado burgués occidental blandito y pachorrón en unos años, a menos que espabilemos.

Lo mismo está pasando con los indios que se están llevando el trabajo informático de los países occidentales. ¿Cómo puede ser que un sindicato de una empresa tecnológica vaya a un cliente de ésta a quejarse porque las sillas no tienen cinco ruedas? La consecuencia es que donde había cincuenta programadores sindicalizados, ahora hay diez. El resto está en otro sitio. Así camina el mundo y el que no lo quiera ver, está muerto.

¿Debemos permitir que la gente escoja libremente la vida que quiera? ¿Dónde está el límite? Para el Gobierno está claro, no se debe permitir que los chinos trabajen tan duro, no vaya a ser que dejen mal a nuestros liberados sindicales.

Me recuerda la película Stico de Jaime de Armiñán, en la que Fernán Gómez convence a una familia para que le adopte como esclavo de acuerdo a las reglas del Derecho Romano. Interesante tema.



P.S.: Es revelador el lenguaje del periodista que he entrecomillado en el primer párrafo.

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