sábado, 6 de junio de 2009

Fin de semana en Inglaterra

El fin de semana pasado estuvimos en Inglaterra, adonde fuimos a llevar a nuestro hijo pequeño a un colegio donde se queda interno durante seis semanas hasta el final del curso inglés, a mediados de julio. El colegio está en Salisbury, una pequeña ciudad al suroeste de Londres, cerca de Southampton y de Stonehenge, el famoso monumento prehistórico. El fin de semana hemos estado en Londres visitando los lugares típicos de la ciudad: Tower bridge, Casas del Parlamento, Abadía de Westminster, Hyde Park, St. James Park, Covent Garden, la gigantesca noria a orilla del Támesis, etc. Una paliza en tres días.

En el Parlamento, los parlamentarios salían del edificio con billetes en los bolsillos y abucheados por la gente. El escándalo que hay en Inglaterra por los gastos no justificados de los parlamentarios es tremendo. La diferencia es que allí está teniendo consecuencias políticas y los laboristas, protagonistas en su mayoría del escándalo, ya han sido barridos en las urnas en las elecciones europeas. Tanto es así, que parece que serán superados por los liberal-demócratas. Esto no ocurriría en España de ningún modo. La corrupción del PP puede ser hasta premiada y la desastrosa gestión del Gobierno no será castigada como merecería. Es lo que tiene España.

De todas formas, en todos sitios cuecen habas y los ingleses no se libran de su cuota de reality shows y de dominio de la TV. El fin de semana fue la final de Britain’s Got Talent, un programa donde la gente hace lo que puede para que tres individuos que al parecer saben de cualquier tipo de arte escénica y de cualquier tipo de música, los seleccione y luego la gente, en democrático ejercicio de su voluntad proclame un ¿justo? vencedor. En España hay uno similar que no recuerdo cómo se llama. Según contaba la prensa, ha quedado finalista una tal Susan Boyle, que ha tenido una crisis nerviosa por el estrés que ha sufrido en el concurso. Un tema de gran interés, sin duda.

Pero esto son anécdotas. Lo importante es que hemos dejado a Pablo en el colegio de Salisbury y el chico se ha portado como un hombre. Sólo soltó unas pocas lágrimas cuando nos despedíamos y se quedó jugando con unos niños a los que conocía del año pasado. El Salisbury Cathedral School es el colegio de la catedral, como su nombre indica y los niños del coro estudian en el colegio becados por la catedral. Está dentro de lo que se llama “The close”, la zona medieval amurallada de la ciudad que contiene la catedral gótica y otros cuantos edificios de los siglos XVI a XVIII. El río Avon atraviesa la ciudad en uno de los lados de la muralla. Es un entorno maravilloso para estudiar. Fuimos recibidos por el director y el jefe de la “boarding house”, la casa donde duermen los niños internos con una merienda (cena para los ingleses) donde estaban el resto de padres de los niños del colegio. Pablo parecía bastante popular y los niños celebraban su vuelta al colegio un año después.

Estos colegios ingleses son fantásticos. No creo que en España tengamos colegios similares. Este colegio en particular hace especial énfasis en la educación musical. Todos los niños tocan algún instrumento musical y los del coro cantan todos los días en la catedral. Además, también le dan mucha importancia en la educación a la participación de los alumnos, las presentaciones en público, las artes escénicas. Hay unos diez niños por clase, como máximo. El deporte, por supuesto, es importante. En gimnasia juegan a cricket, ese incomprensible deporte inglés, cuyos partidos pueden durar hasta cinco días. Esta gente se gasta un dineral en la educación de sus hijos. No sé cómo será el sistema público inglés. Supongo que como el español un desastre de indisciplina, baja exigencia y fracaso escolar.

Un rato agradable departiendo con los ingleses de Wiltshire. Muchos de ellos dejan a sus hijos internos en los colegios y no los ven, a veces, ni el fin de semana. A mí me parece demasiado extremo y los niños probablemente crecen sin ningún apego familiar. Hay niños que no lo superan y que no se quieren quedar internos, lo que plantea un problema logístico tremendo a sus padres, pues no suelen vivir cerca del colegio y si el niño no se queda interno, entonces tienen que cambiarlo de colegio. Probablemente este sistema educativo es el que ha hecho que los ingleses hayan sido tradicionalmente unos grandes exploradores y conquistadores.

Lamentablemente, no sabíamos nada de la fiesta y nos teníamos que ir pronto para llegar a un hotel en los Cotswolds donde pasamos la noche. Los Cotswolds es una zona rural limitada al Este por Oxford y al Oeste por Gloucester. Al norte la frontera está en Stratford upon Avon, patria chica de Shakespeare, y al sur por Bath. Pueblitos de piedra caliza, adornados con flores, pequeños comercios tradicionales de comida o de ropa, anticuarios y galerías de arte. Todo perfectamente cuidado. Nos alojamos en Buckland Manor, un pequeño hotel encantador con un jardín precioso, lleno de flores, con árboles grandiosos y un césped como una alfombra. Un lujo.

Hoy hemos visitado los Cotswolds: Broadway, Stow on the Wold, Woodstock y Blenheim Palace. Es éste el palacio de los duques de Marlborough. El palacio fue construido para celebrar la victoria de los ingleses sobre los franceses en Blenheim en 1704. Fue el regalo al primer duque de Marlborough, comndante del ejército inglés en aquella batalla. Aquí nació y se casó Winston Churchill.

Es interesante cómo conservan los ingleses sus tradiciones y su patrimonio cultural. Es un gran país que, hay que decirlo, nos da mis vueltas a los españoles.

Algunas de las fotos que saqué durante el fin de semana. Hay 400 más.








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