El otro día asistí a la inauguración del Campus Party. Allí había varios ejecutivos de alto nivel que desentonaban con el ambiente general de friquis informáticos que acuden a esta cita con sus ordenadores "tuneados" para compartir proyectos informáticos o de robótica.
Allí estaba la ministra de Innovación, Cristina Garmendia. Mucho estilo, derrocha simpatía y habla un inglés muy bueno. Se permitió el lujo de hacer la introducción al acto en inglés para las decenas de friquis procedentes de diferentes lugares de Europa.
Pero no puede haber acto con un político que no merezca una crítica. Una anécdota y el discurso dan la medida de la miseria de la política. Mientras paseaba por el lugar donde se concentraban los jóvenes informáticos, la gente sacaba fotos y en una de esas, la ministra se acerca al chico en cuestión, le pide la cámara, se la da a un colaborador y le pide que le saque una foto con este chico, que para más señas era de color (negro, que diría Les Luthiers). La ministra se dirige en inglés al chico y le dice " do you mind if we take a pinture together?". El chico asiente y ahí les sacan la foto. Mientras, la ministra se da cuenta de que el chico le mira con cara de haba en clara señal de que no entiende bien lo que dice, por lo que se dirige a él en español y le pregunta: "¿De dónde eres?". Ante el estupor de la ministra, consciente de su metedura de pata, el chico contesta que es de Pamplona. Qué mala pata, un negro en los sanfermines.
El discurso fue algo más penoso, ya que la ministra no pudo decir otra cosa que el Gobierno promocionaba la innovación para perseguir los dos grandes objetivos de la presidencia española de la UE: el cambio climático y la lucha contra la pobreza. Vacío de ideas. Y yo me preguntaba qué impulsa a una mujer como Garmendia, empresaria de éxito, preparada y rica, a prestarse al ridículo de un ministerio sin contenido y s presupuesto que no es más que una coartada del nuevo modelo económico zapateril.
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