Castellani sobre El Estado y la escuela primaria
La enseñanza primaria es un hueso roto del país, que no entrará jamás en camino de salud mientras no se ponga en su puesto, se entablille y se deje soldar en calma. Antes de eso, todas las cataplasmas que se le apliquen han sido, son y serán inútiles. Y la fractura consiste en la violación de un principio de derecho natural, el derecho de los padres a educar a sus hijos, menospreciado por el Estado liberal en su pretensión monopolizadora de la Escuela. El Estado no está hecho para ser pedagogo, sino para hacer marchar derechos a los pedagogos, lo mismo que a todos los oficios particulares, los cuales no debería tratar de ejercer por sí mismo, a no ser en función extraordinaria y supletoria. Su misión es general; y su objeto formal no es ni la Ciencia ni la Cultura ni el Saber, sino el Orden y la Justicia.
La solución vital del problema de la escuela primaria está en descongestionar la carga artificial del Estado trasladándola por partes a sus instancias naturales, a saber: la iniciativa privada debidamente estimulada, dirigida y controlada.
La solución de este problema es, en cierto sentido, más urgente que la misma enseñanza religiosa, porque se trata de una cuestión de justicia por un lado y de economía por otro. Si el Estado en vez de obstinarse en construir edificios escolares, manejar -o manosear- maestras, y producirlas en cantidad grandísima y en calidad insuficiente, lograra transferir prudentemente esas tareas a la iniciativa privada por medio de subsidios, inspecciones y sanciones... ¡qué triunfo! Se sacaría de los hombros una carga ya insoportable, se sacaría de la conciencia una grave responsabilidad, y del catálogo de los flagelos nacionales la preocupación desaforada y lamentable del "puesto" de las maestritas normales vacantes, las cuales empezarían a valerse a sí mismas, y a prepararse bien, en consecuencia. Maestros correntinos bien comidos, maestros argentinos respetados, maestras que se hacen su escuela en vez de ambular por una cuña , directores que entablan una sana concurrencia, el control directo del padre de familia sobre la formación de sus hijos, la inspección que se vuelve lo que debe ser, es decir, la regencia de una instancia inferior por una superior, y no el absurdo de ahora, el Gobierno que se inspecciona a sí mismo, es decir, que no se inspecciona un cuerno... etc., etc.
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