La noticia de ayer relativa al fondo inmobiliario del Santander, es una noticia nefasta, pues evidencia que la situación no tiene buena pinta.
La entidad presidida por Emilio Botín admitió que los clientes de este producto han solicitado hasta el 13 de febrero el reembolso de 2.617 millones de euros, el 80% del patrimonio del Fondo, una retirada de fondos que responde al galopante deterioro del sector inmobiliario.
Ante la falta de liquidez necesaria para hacer frente a estas solicitudes, la entidad ha solicitado a la CNMV que supenda la obligación de responder a las peticiones de sus clientes hasta el 28 de febrero de 2011, una medida que, según la entidad, tiene como objetivo de "lograr la necesaria equidad" entre sus clientes
En Cotizalia:
La entidad presidida por Emilio Botín admitió que los clientes de este producto han solicitado hasta el 13 de febrero el reembolso de 2.617 millones de euros, el 80% del patrimonio del Fondo, una retirada de fondos que responde al galopante deterioro del sector inmobiliario.Ante la falta de liquidez necesaria para hacer frente a estas solicitudes, la entidad ha solicitado a la CNMV que supenda la obligación de responder a las peticiones de sus clientes hasta el 28 de febrero de 2011, una medida que, según la entidad, tiene como objetivo de "lograr la necesaria equidad" entre sus clientes
Lo cual quiere decir que ningún activo inmobiliario, por seguro que parezca, que no sea susceptible de convertirse en un "activo tóxico". Es más, según McCoy, el fondo de inversión inmobiliario debería verse casi como un fondo de capital riesgo. Durante años he tenido que tragarme mi opinión de que la propiedad inmobiliaria es una inversión tan buena o tan mala como las mobiliarias, y parece que hoy el tiempo me da la razón. Pero ya se sabe, mal de muchos...
Mientras, en FT "After the Fiesta"
“We’re not going to have a recession. We’re going to have a depression like in the 1930s,” says Lorenzo Bernaldo de Quirós, economist and chairman of Freemarket International Consulting. He is one of the more pessimistic analysts but justifies his gloom by pointing at predictions that are widely shared: unemployment at 19 per cent of the workforce by the end of the year (up from more than 14 per cent, or 3.3m people, now); a budget deficit of at least 6.5 per cent of gross domestic product; economic contraction of 3 per cent or more in 2009; and possible deflation. “This is the perfect framework, together with a financial crisis, for a depression,” he concludes.
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