martes, 1 de julio de 2008

Defecciones


Hace una semana aproximadamente, un grupo de intelectuales de izquierdas, los únicos legitimados para lanzar cualquier iniciativa que no sea tachada inmediatamente de fascista y retrógrada, propusieron a la sociedad española un Manifiesto para la defensa de la Lengua Común. Los abajofirmantes estaban encabezados por Savater, Vargas Llosa, Boadella, Arcadi Espada, entre otros. Según El Mundo y Libertad Digital, se han debido adherir unas cien mil personas al manifiesto hasta el momento. Al Manifiesto se han adherido personas de diferentes ámbitos de la sociedad civil y de la política, así como medios de comunicación.

Desde mi punto de vista, el Manifiesto acierta al hacer énfasis no en la defensa de la lengua común, aunque así lo diga el título, sino en los derechos de los hispanohablantes en las Comunidades Autónomas en las que hay lenguas co-oficiales:

2. Son los ciudadanos quienes tienen derechos lingüísticos, no los territorios ni mucho menos las lenguas mismas. O sea: los ciudadanos que hablan cualquiera de las lenguas cooficiales tienen derecho a recibir educación y ser atendidos por la administración en ella, pero las lenguas no tienen el derecho de conseguir coactivamente hablantes ni a imponerse como prioritarias en educación, información, rotulación, instituciones, etc... en detrimento del castellano (y mucho menos se puede llamar a semejante atropello «normalización lingüística»).

Al parecer, el Manifiesto ha puesto nervioso al Gobierno. La vicepresidenta De la Vega, se apresuró el viernes a decir que la enseñanza del español está garantizada en toda España (como lengua extranjera, sí, en algunos territorios, como el inglés). En este sentido, llama la atención que periódicos como El País apenas se han hecho eco de dicho manifiesto o lo ha criticado abiertamente. Pero lo que más sorprende son las defecciones, típicas de todo régimen totalitario o que aspira a serlo. Los que se salen de los dogmas que el régimen impone, no tienen futuro ni pueden optar a las prebendas que el poder otorga. Así, Gamoneda y Ramoncín, dos adictos al progresismo de salón, han retirado su apoyo.

Me alegro, así mi apoyo no se confunde con el de Ramoncín.


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