miércoles, 27 de mayo de 2009

Plan quinquenal

Ayer estuve en un acto en al Universidad Autónoma presentando un máster que patrocina mi empresa. Después del desangelado acto, me quedé departiendo con una profesora de economía y unos compañeros de la empresa sobre el único tema que en los ambientes profesionales existe hoy en día, que es la crisis económica. Comentamos el anuncio de Zapatero del fin de semana pasado sobre el cambio de modelo económico por ley que va a decretar cuanto antes. La región piloto será Andalucía.



¡Economía, ar! ¡En pie, ar! ¡A crecer, ar! Y listo.

Con mi estilo un poco faltón, comenté que si se podía hacer por ley, lo podía haber hecho antes. ¿Por qué ha esperado a que haya 4 millones de parados? Uno de mis colegas, curiosamente, uno que trabaja para el sector público, replicó "es que es muy difícil". Y entonces, recordé este párrafo que leí hace un tiempo de Trotski sobre la URSS.

Si existiera una mente universal, de la clase que se proyectaba a sí misma en la fantasía científica de Laplace, una mente que pudiera registrar en forma simultánea todos los procesos de la naturaleza y de la sociedad, que pudiera medir la dinámica de sus movimientos, que pudiera pronosticar los resultados de sus interacciones, indudablemente que esta mente podría a priori formular un plan económico exhaustivo y sin falla, comenzando con el número de acres de trigo hasta el último botón para un chaleco. Muchas veces la buroracia se imagina que tiene una mente así a su disposición; es por eso que se libera tan fácilmente del control del mercado y de la democracia soviética. Pero en realidad, la burocracia se equivoca terriblemente en el cálculo que hace de sus recursos espirituales. En sus proyecciones se ve necesariamente obligada, en el desempeño real, a depender de las proporciones (y siendo justo se podría decir desproporciones) que ha heredado de la Rusia capitalista, de la información de la estructura económica de las naciones contemporáneas, y finalmente de los éxitos y fracasos de la economía soviética. Pero incluso la mejor combinación de estos elementos sólo logrará un plan imperfecto, no más.

Los innumerables participantes en la economía, estatales y privados, colectivos e individuales, deben dar cuenta de sus necesidades y fuerza relativa no sólo mediante los cálculos estadísticos de las comisiones planificadoras, sino por la presión directa de la oferta y la demanda. El plan es chequeado y, en un grado considerable, realizado, por el mercado.


Zapatero decretará dentro de poco la cantidad de ordenadores que consumiremos, las líneas de teléfono que habrá que instalar y las píldoras del día después que deberemos ingerir en nuestro camino a la salvación sostenible. Por suerte o por desgracia, no hay mente humana que pueda adivinar qué es lo mejor en economía como descubrieron antes que Trotsky los liberales austríacos con von Mises a la cabeza y los planes de Zapatero sólo traerán ruina y hambre. De momento, a los andaluces y luego a todos.

Lo peor no es eso, sino que enfrente, el PP también cree que ellos tienen la solución para mejorar la economía mediante su acción directa. El anuncio de Mayor Oreja para las elecciones europeas es terrible. Dice literalmente: "Desde Europa también se puede crear empleo". Para morirse.

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