Un ERE pende sobre la cabeza del señor Z., que trabaja en una fábrica. No ha dormido bien. Tose, se ducha, se afeita, se peina, tose y sale de casa. ‘Cualquier día, en cualquier empresa, van a rebajar el sueldo a los obreros para financiar la ludopatía bursátil de los dueños’, piensa mientras arranca el coche. Pero de camino al curro enciende la radio y escucha que las matrículas llevarán en el futuro el CAT distintivo de su nación. Eufórico, como buen nacionalista catalán, se olvida de todos sus males y sólo piensa en votar a ICV, el partido que ha propuesto la medida.
La joven Ñ., en el último año de carrera, está deprimida. Lleva dos meses haciendo prácticas en una empresa y cobra 150 euros al mes. Sus compañeros con contrato indefinido ya le han dicho que la política salarial de los jefes se cimenta sobre el convencimiento de que los sueldos superiores a los 800 euros son un lujo superfluo. ‘Lo que de verdad alimenta es la realización personal’, le dicen. Y muchos están encantados. Por suerte, al volver a casa, su madre la espera con buenas noticias: ‘¿No has visto que a partir de ahora la píldora del día después es de acceso libre? Ale hija, a zumbar, que el món s’acaba’. Con lágrimas en los ojos, ambas se hacen la firme promesa de seguir votando a Zapatero mientras vivan.
A la señora W., liberal-conservadora de toda la vida, el casero le está amargando los años de senectud. El casero es en realidad una inmobiliaria que ha comprado todo el edificio y ya ha conseguido echar a todos los inquilinos menos a ella. Como se resiste, la compañía recurre ahora a métodos más heterodoxos: le ha alquilado gratis el piso de encima del de la señora W. a un simpático grupo de jóvenes que han agujereado el suelo de su salón y le miccionan sobre la tele justo cuando ella está viendo la misa del domingo. A un lado le han colocado a una familia numerosa de sordos, a juzgar por el volumen al que ponen su reggaeton; al otro, a un chimpancé amaestrado para aporrear su pared exactamente de tres a seis de la madrugada. Pero ella está contenta: su candidato a las europeas, Jaime Mayor Oreja, dijo ayer que hará frente a la «crisis moral y nacional» que carcome España. No hay mobbing que le impida apreciar la grandeza de los ideales del partido al que lleva votando toda la vida.
Tanto infame fuego de artificio. Os habéis creído que somos tontos.
domingo, 17 de mayo de 2009
Un mundo feliz
He escrito en varias ocasiones sobre la novela de Huxley. A través de Daniel Tercero encuentro este artículo de Daniel García Sastre en El Mundo de Cataluña:
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