Hoy he viajado a Amsterdam por trabajo y, como siempre que viajo, he tenido la ocasión de leer varios periódicos. He leído El Mundo, El País y Expansión. De El Mundo no puedo reseñar nada, pues no se puede acceder a los artículos de opinión.
Así que me veo obligado a hacer referencia a tres buenos artículos que he leído en El País. El primero de Félix de Azúa sobre la decadencia de Cataluña y el hartazgo entgre la población de tanto nacionalismo y victimismo. Un pequeño extracto:
Sí, es cierto, la ciudad es ahora un verdadero caos, pero no sólo por los trenes de cercanías. En realidad las cercanías hace decenios que fueron abandonadas por la Generalitat. Cualquier habitante de los múltiples suburbios, pueblos y urbanizaciones que rodean Barcelona puede contar historias terroríficas sobre la conexión con la capital. Esto no es Múnich, ni Milán, ni Toulouse. La Generalitat, obsesionada con sus agonías ideológicas, ha hecho muy poco para que los ciudadanos puedan vivir cómodamente cerca de la capital. En cambio, el resto del territorio, los pueblos y ciudades secundarias, han experimentado un incremento de calidad muy notable. La vieja política de Pujol fue siempre desarrollar todo lo que no fuera Barcelona y reducir la capital, tan híbrida, tan forastera, tan poco nacional, a una ciudad de provincias. Ahora ya es tarde. Cualquiera sabía desde hace años que la vieja ciudad burguesa diseñada para cien familias por las cien familias, era una caja de bombones con aroma belga. Sin embargo, aquellos que osaban decirlo eran inmediatamente tachados de la lista de seres humanos e incluidos en la de enemigos del Régimen. No es fácil ser sincero en este país.
El caos ha traído una exacerbación de la angustia; el fracaso, un incremento de la sensación de impotencia. Nunca como antes los grupos de energúmenos se habían sentido tan justificados y protegidos. Actúan con la convicción de que nadie va a reconvenirles o amonestarles. Su proyecto es crear un ambiente lo más similar posible al del País Vasco, aunque sin mancharse de sangre. Las balas, de momento, sólo se incrustan en fotografías. La táctica pujolista de echar la culpa de todo a los españoles sigue dando frutos. Hace unos días, el anciano político decía que nunca el odio de los españoles contra los catalanes había sido tan fuerte. "Ni en tiempos de Franco", añadía. Era una opinión pasmosa que lleva a preguntarse qué medios de comunicación lee, qué radios oye, qué televisiones mira Jordi Pujol. La exacerbación, la histeria, a veces llamada "crispación", hace mella en los más resentidos.
Es cierto que el nacionalismo vende mejor entre gente descontenta y si además se le puede echar la culpa al extranjero, mejor que mejor. Veintitrés años de pujolismo más 5 de social-nacionalismo, no han servido para sacar a los catalanes de su miseria. Los han enterrado más en ella.
El segundo nos alerta sobre la información que los Estados de los países occidentales guardan sobre los comportamientos de sus ciudadanos con la excusa de la seguridad. El Gran Hermano tantas veces citado y no bien comprendido. Entero aquí. Empieza así
El derecho a la intimidad y la vida privada son el santuario de la persona. Pero no emergieron de la nada; al contrario, son el resultado de un largo proceso histórico, en el camino se derramó mucha sangre, sudor y lágrimas para convertir al siervo en ciudadano. Pero la necesidad de defenderse de los enemigos sigue siendo una amenaza para la sociedad civil. Un maestro masón como Benjamin Franklin, en su Patria de las Libertades, con gran clarividencia, advirtió de ese peligro. "Aquellos que sacrifican una libertad imprescindible para conseguir una seguridad temporal no merecen ni libertad ni seguridad".
El último avisa de una próxima recesión en España en la próxima primavera. Peor, aunque no haya recesión, la economía española genera paro si el crecimiento no supera el 3%. A eso parece que vamos. Expansión también dice algo parecido.
También había un buen artículo de Rodríguez Braun sobre el tipo único que hoy es tarde para reproducir. Mañana será otro día.
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