Este fin de semana hubo una gran manifestación en Barcelona contra el caos ferroviario. Antes nadie se manifestó por el derrumbre del Carmelo, ni por el 3% (léase 30%). El nacionalismo convirtió una protesta por la incompetencia del Ministerio de Fomento en un acto de reivindicación nacionalista para encubrir su propia incompetencia (en 23 años de CiU y 5 de ERC en coalición, no han sido capaces de mejorar las infraestructuras de Barcelona). Ni una referencia al muerto por ETA.
La prensa, heroica, hizo unas portadas ignominiosas como se puede ver en Arcadi Espada o en Daniel Tercero.
Hasta El País, normalmente condescendiente con el nacionalismo "moderado" catalán, lo critica en su editorial de hoy. Un extracto.
El oportunismo de los dirigentes de estos partidos se dobló de insensibilidad. Ni siquiera se les ocurrió incorporar a su evento la menor condena ni referencia a la tragedia de ese día, el asesinato cometido en Francia por ETA. Prefirieron ensimismarse en banderas románticas, cánticos exaltados y gritos de halago, que penetrar en la dura realidad. Además, los socios de Gobierno del PSC volvieron a mostrar su inmadurez, al colocarse a la vez en misa y repicando. O se está en el balcón, o en la calle. Resulta chirriante que seis consejeros del Ejecutivo se dedicaran a hacer populismo en vez de a trabajar en sus despachos, como si Cataluña no tuviera otros desafíos que divertirse en juegos artificiales de ocasión, aparentemente gratuitos.
Pero lo más bochornoso fue la actitud de CiU. Todo el mundo sabe que el balance de su dedicación a las infraestructuras durante los 23 años de su Gobierno se aproxima a la nada: en los años en que la autonomía madrileña de Alberto Ruiz-Gallardón construyó 101 kilómetros de metro, Pujol contabilizó 10, algo que perjudica al transporte de miles de pasajeros y que contribuye a la saturación de las Cercanías de Renfe, la coartada de la convocatoria. En vez de protestar contra sí mismos, Pujol, Mas y sus colaboradores optaron por envolver esas vergüenzas en un ondear de banderas y en la retórica de la doble lectura del "derecho a decidir".
Pero lo más bochornoso fue la actitud de CiU. Todo el mundo sabe que el balance de su dedicación a las infraestructuras durante los 23 años de su Gobierno se aproxima a la nada: en los años en que la autonomía madrileña de Alberto Ruiz-Gallardón construyó 101 kilómetros de metro, Pujol contabilizó 10, algo que perjudica al transporte de miles de pasajeros y que contribuye a la saturación de las Cercanías de Renfe, la coartada de la convocatoria. En vez de protestar contra sí mismos, Pujol, Mas y sus colaboradores optaron por envolver esas vergüenzas en un ondear de banderas y en la retórica de la doble lectura del "derecho a decidir".
Especialmente bueno el artículo de Arcadi Espada hoy en El Mundo. Nadie de esa católica y tradicional sociedad catalana se ha escandalizado por el pavoroso caso de los abortos (asesinatos) descubierto la semana pasada y ante el que el gobierno de la Generalidad no ha hecho nada. Lo dicho, ¿dónde está la sociedad civil catalana?
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