viernes, 20 de junio de 2008

Singapur (I). Planificación y tráfico


Como decía en mi anterior entrada, el miércoles viajé a Singapur. El viaje es, como todos los viajes a Extremo Oriente, larguísimo. Salida de Madrid a las 9 de la mañana, cambio de avión en Frankfurt y doce horas más hasta Singapur. El servicio de Singapore Airlines es excelente, aunque no tuvimos la suerte de disfrutar de los asientos más anchos que se hacen cama horizontal. Aún así, la comida es muy buena y las azafatas están siempre atentas a las necesidades del pasajero, pero sin atosigamientos.

Lo malo del vuelo es que saliendo a las 12 de la mañana de Frnakfurt, se llega a las 6 de la mañana de Singapur, casi sin haber dormido nada, por mucha cama que te pongan. Así que ayer pasamos el día medio groguis por la escasez de sueño. Todo el día en reuniones con nuestra jefa de Singapur y una visita al centro de exposiciones de la autoridad de transporte de Singapur. Éste haría las delicias de Gallardón.

Singapur es un país con 700 km2 de extensión, poco más que la ciudad de Madrid y unos 4.5 millones de habitantes, es decir, un poco más que Madrid. La ciudad está excepcionalmente limpia y cuidada, con un 60% de zonas verdes y grandes edificios de oficinas y residenciales. La mayor parte de la población es de origen chino, aunque hay colonias de indios, árabes y aproximadamente medio millón de extranjeros. Es el país con la sexta renta per cápita más alta del mundo, el idioma oficial es el inglés, el cual habla casi todo el mundo. La economía está basada en los servicios financieros y turísticos y en la fabricación de bienes de alta tecnología como farmacéutica y electrónica de alto valor añadido.

La visita a la autoridad de transporte fue bastante instructiva. Es un excelente ejercicio de planificación por parte del Gobierno de un bien público, como es lo que ahora se llama movilidad. La gran preocupación del Gobierno es que no se colapse la ciudad con el exceso de tráfico y a la vez que la gente se mueva de forma rápida por la ciudad, sea en transporte público o privado. Para ello, están continuamente pensando en métodos que hagan que la gente no utilice el coche, a la vez que mejoran el transporte público. Por ejemplo, los impuestos sobre los coches pueden ser hasta tres veces el valor del coche y además hay un sistema de peaje para circular por la ciudad cuyas tarifas dependen de la hora del día y de la zona a la que se quiere acceder. Además, los parkings son bastante caros. El resultado es que mucha gente no tiene coche o no lo usa para ir a trabajar a diario. El transporte público funciona realmente bien y se mide continuamente la diferencia entre un viaje en transporte público y privado para tratar de mejorar aquél de forma que no incentive a la gente a usar el coche privado aún a pesar del coste. Los operadores del transporte público son privados, con una supervisión estricta de la autoridad de transporte, lo cual garantiza la eficiencia de la operación y un coste ajustado. Las tarifas pagan todo el coste y el margen y son de unos 35 céntimos de euros aproximadamente. El resultado es un tráfico bastante fluido. No parece haber atascos, por lo que he observado en estos dos días que hemos pasado aquí.

Yo, que soy defensor de lo privado y enemigo de la planificación centralizada, defiendo en este caso el sistema como un excelente ejemplo de planificación y de combinación de lo público y lo privado para mejorar la calidad de vida de la gente. Probablemente esto sólo se pueda hacer en un país de este tamaño y con una gente así de civilizada, pero es posible. También hay que decir que las prohibiciones se respetan y se multan estrictamente. Por ejemplo, invadir el carril bus está fuertemente sancionado, no hay segundas filas ni cargas y descargas en lugares no autorizados. Es decir, lo contrario que en Madrid.

Creo que a Gallardón le gustaría ser alcalde de Singapur. ¡Que se venga con Cospedal y con Mariano, por favor!
Foto: Vista desde mi habitación del hotel

1 comentario:

Cami dijo...

Si es que viajando se curarían muchas enfermedades de politiquillos y sociedades mediocres como la nuestra.
¡Qué envidia!: orden y progreso