Ciudad del Cabo es un sitio que merece la pena visitar. La ciudad como tal no tiene mucho que reseñar más allá de un fuerte fundado por los holandeses en el s. XVII y algunos edificios de la época. Sin embargo, como le pasa a Río de Janeiro, el enclave natural en el que está es realmente impresionante. La ciudad se extiende en el istmo de la península del Cabo de Buena Esperanza, alrededor de tres montañas que dominan la ciudad y que condicionan su desarrollo. La más grande e impresionante es Table Mountain, una gigantesca mole de granito de 1000 m de altitud. Flanqueándola hay dos montañas, Devil’s Peak al este y Lion’s Head al oeste. La ciudad se extiende sobre todo por el lado atlántico de la península, aunque los suburbios llegan hasta el Índico.
El clima es suave y en otoño avanzado como estamos ahora puede hacer un tiempo excepcional de casi 20º con un sol radiante y sin viento. Al parecer es una zona con mucho viento al que antaño llamaban el doctor del cabo ya que su fuerza disipaba las enfermedades que afectaban a los habitantes de la zona. El cabo de Buena Esperanza, al sur de la península no es, a pesar de lo que diga la leyenda el que separa el Índico del Atlántico. Sin embargo, parece que aquí se encuentran dos corrientes marinas, una fría, Benguela, que viene de la Antártida y otra cálida llamada Agulhas, que viene de las cálidas latitudes del norte y que hacen que el mar aquí sea peligroso para los navegantes. Bartolomé Dias, el portugués que primero rodeó el cabo lo llamó el cabo de las Tormentas. No en vano, este es uno de los cabos que todo marinero debía pasar para ser un verdadero marino, junto con el cabo de Hornos y el cabo Leewin. Alrededor de la península hay multitud de restos de naufragios.
Como digo, la ciudad no tiene mucho más que el fuerte y algunos edificios administrativos, un parque y algunas calles pintorescas como Long Street, donde están una parte importante de bares y lugares de diversión de la ciudad. Un lugar reseñable es el Waterfront, una parte del puerto donde hay multitud de restaurantes y centros comerciales. Centro de reunión de la población local y de los turistas, es un lugar que merece la pena visitar tanto de día como de noche. Los restaurantes ofrecen toda clase de comida, desde la típica caza africana a base de antílope o cocodrilo hasta italianos (¿qué lugar del mundo no tiene un restaurante italiano?).
Hay varias cosas que merece la pena hacer en Ciudad del Cabo. Una es subir a la Table Mountain en un día despejado. Se puede subir en un impresionante funicular o andando, aunque la subida a pie debe ser bastante dura por las escarpadas pendientes. Desde arriba se divisa toda la costa, desde Hout Bay y Camps Bay en el Atlántico hasta Fishhoek y Simon’s Town en el Índico. Debe ser bonita la vista al atardecer, con el sol poniéndose sobre el mar.
Hay varias cosas que merece la pena hacer en Ciudad del Cabo. Una es subir a la Table Mountain en un día despejado. Se puede subir en un impresionante funicular o andando, aunque la subida a pie debe ser bastante dura por las escarpadas pendientes. Desde arriba se divisa toda la costa, desde Hout Bay y Camps Bay en el Atlántico hasta Fishhoek y Simon’s Town en el Índico. Debe ser bonita la vista al atardecer, con el sol poniéndose sobre el mar.
La península ofrece un espectáculo maravilloso de naturaleza, pequeños puertos pesqueros, playas de arena blanca y escarpados acantilados cayendo sobre el azulado y brillante mar. Hay muchos lugares donde pasar un buen rato y en verano hay multitud de playas en las que tomar el sol. Desde las urbanas playas de Camps Bay o Clifton en Ciudad del Cabo, hasta las larguísimas playas de Nordhoek o de Miuzenberg. Interesante la parada en el puerto de Fishhoek, donde se ve cómo despiezan el pescado y lo venden fresco allí mismo puesto sobre un plástico en el suelo o secado y salado colgado como si fuera ropa encima de las cabezas. Entre los pesqueros atracados nadan unos leones marinos esperando que caigan restos de pescado. Y vaya si caen. En el puerto hay un restaurante muy agradable donde se puede tomar un buen pescado recién sacado del mar. En algunas de las playas como St. James o Muizenberg hay coloridas casetas para los bañistas. En muchas de estas playas hay buenas olas para el surf, pero hay que tener cuidado con los tiburones. En todas ellas advierten del peligro que suponen y muchas de ellas tienen vigilantes que avisan de la cercanía de los escualos. Entre noviembre y mayo se pueden ver ballenas francas australes, iguales que las que se acercan a la costa argentina. En algún sitio se pueden ver desde la playa, incluso. Cerca de Simon’s Town, en Boulders Beach hay una pingüinera muy protegida de los turistas. No como la que visitamos hace tantos años en Punta Tombo en la Patagonia, donde si querías te llevabas un pingüino a casa. Supongo que ya no será así. En la zona se pueden visitar un buen número de bodegas, donde se pueden degustar buenos vinos. Los viñedos en esta época tienen un brillante color rojizo. Es otra visita interesante que hacer.
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