viernes, 1 de febrero de 2008

El que se pica...


Sonora bronca la que se ha llevado la Conferencia Episcopal por la nota difundida anteayer para guiar la elección de los católicos el 9 de marzo. No sorprenden las declaraciones de los políticos socialistas: Zapatero afirma que no aceptará al Episcopado lo que no le tolera a Rajoy o que hay un contrato entre PP y sector más radical de los obispos, Guerra dice que los obispos les están apretando y que habrá que denunciar los acuerdos Iglesia - Estado, Manuel Chaves, que advirtió que la actitud de la jerarquía eclesiástica «condicionará en el futuro las relaciones entre la Iglesia, la jerarquía y el Gobierno» o que «tenemos un competidor nuevo, que es la Conferencia Episcopal», el "inteletual" dice que los obispos están divorciados de los cristianos (¿lo dirá por él?)

Sin embargo, sí sorprende que los medios de comunicación, que teóricamente deben defender la libertad de expresión como base del sistema demcrático, atacan de la misma forma a la Conferencia Episcopal. Cómo no, el editorial de El País de ayer, arremetía contra los obispos com frases como:

No se trata de negar a los obispos su derecho a introducir sus mensajes pastorales en la vida política, sino de recordarles que, a diferencia del resto de los ciudadanos, ellos disponen de un espacio exclusivo y reservado para hacerlo: los templos. Si se deciden a abandonarlos, como sucede cada vez que emiten una nota semejante a la de ayer, deben atenerse a las reglas pactadas entre ciudadanos y recogidas en la Constitución y las leyes. En el terreno político, ni son pastores de nadie puesto que rige el principio de una persona, un voto, ni pueden reclamar la posesión de la verdad si no es a costa de incurrir en fanatismo.

Sin embargo, si uno se toma la molestia de leer el comunicado de la CE, se dará cuenta de las mentiras a las que estamos expuestos por parte de los políticos y lo importante que es ir a las fuentes para saber lo que pasa. Dicen los obispos:

3. Respetamos a quienes ven las cosas de otra manera. Sólo pedimos libertad y respeto para proponer libremente nuestra manera de ver las cosas, sin que nadie se sienta amenazado ni nuestra intervención sea interpretada como una ofensa o como un peligro para la libertad de los demás. Deseamos colaborar sinceramente en el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad, en la consolidación de la auténtica tolerancia y de la convivencia en el mutuo respeto, la libertad y la justicia, como fundamento imprescindible de la paz verdadera (n. 81).
De acuerdo con la reacción, los socialistas no conceden ni libertad ni respeto a los obispos y se sienten amenazados y ofendidos por ellos.
5. Los católicos y los ciudadanos que quieran actuar responsablemente, antes de apoyar con su voto una u otra propuesta, han de valorar las distintas ofertas políticas, teniendo en cuenta el aprecio que cada partido, cada programa y cada dirigente otorga a la dimensión moral de la vida. La calidad y exigencia moral de los ciudadanos en el ejercicio de su voto es el mejor medio para mantener el vigor y la autenticidad de las instituciones democráticas (n. 56). No se debe confundir la condición de aconfesionalidad o laicidad del Estado con la desvinculación moral y la exención de obligaciones morales objetivas. Al decir esto no pretendemos que los gobernantes se sometan a los criterios de la moral católica. Pero sí que se atengan al denominador común de la moral fundada en la recta razón y en la experiencia histórica de cada pueblo (n. 55).

8. El terrorismo es una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida justa y razonable. No sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo (n. 65). Una sociedad que quiera ser libre y justa no puede reconocer explícita ni implícitamente a una organización terrorista como representante político de ningún sector de la población, ni puede tenerla como interlocutor político (n. 68). Impecable, ¿no? Lástima que en este punto algunos curas del País Vasco no estén muy de acuerdo con sus obispos.

9. La Iglesia reconoce, en principio, la legitimidad de las posiciones nacionalistas que, sin recurrir a la violencia, por métodos democráticos, pretendan modificar la configuración política de la unidad de España (n. 73). Al mismo tiempo, enseña que, también en este caso, es necesario tutelar el bien común de una sociedad pluricentenaria y - en palabras de Juan Pablo II a los obispos italianos - “superar decididamente las tendencias corporativas y los peligros del separatismo con una actitud honrada de amor al bien de la propia nación y con comportamientos de solidaridad renovada” por parte de todos. Hay que evitar los riesgos de manipulación de la verdad histórica y de la opinión pública en favor de pretensiones particularistas o reivindicaciones ideológicas (n. 74). Aquí le duele a Durán i Lleida.

10. En este momento de la sociedad española, algunas situaciones concretas deben ser tenidas muy particularmente en cuenta. Nos parece que los inmigrantes necesitan especialmente atención y ayuda. Y, junto a los inmigrantes, los que no tienen trabajo, los que están solos, las jóvenes que pueden caer en las redes de la prostitución, las mujeres humilladas y amenazadas por la violencia doméstica, los niños, objeto de explotaciones y de abusos, y quienes no tienen casa ni familia donde acogerse. Hay que trabajar también para superar las injustas distancias y diferencias entre las personas y las comunidades autónomas, tratando de resolver los problemas más acuciantes, como son el trabajo, la vivienda accesible, o el disfrute equitativo de la naturaleza, compartiendo dones tan indispensables para la vida como el agua y cuidando con esmero el patrimonio común de la creación (n. 80). En el orden internacional, es necesario atender a la justa colaboración al desarrollo integral de los pueblos. ¿Quién no está de acuerdo con esto? A mí es lo único que me da un poco de prevención por el intervencionismo estatal que justifica.

En la parte de la blogosfera que leo habitualmente, no hay dudas. Luis, Daniel Tercero o Fábregas son claros en su defensa de la libertad de opinión aunque ellos no coincidan con ella.

1 comentario:

Luis I. Gómez dijo...

Absolutamente inexplicable la actitud del PSOE. Absolutamente denostable la del Gobierno. Poco más hay que decir.