domingo, 24 de febrero de 2008

La guerra de Charlie Wilson



Fin de semana cinematográfico este. Ayer estuvimos viendo La guerra de Charlie Wilson.

Charlie Wilson es un congresista demócrata, miembro de las comisiones de Defensa y de Exteriores que, una noche loca en un cabaret de Las Vegas, ve a Dan Rather, el famoso reportero de la CBS, entrevistando a unos guerrilleros afganos. A partir de ahí se empieza a interesar por la invasión de Afganistán por los rusos y por la resistencia que el pueblo afgano ponía a la misma. Este interés, impulsado por una poderosa amiga / amante tejana, anticomunista hasta la médula, le hace viajar a Pakistán donde se entrevista con el presidente Zia Ul Haq para conseguir su apoyo a los afganos en la guerra contra los soviéticos. La visita a un campo de refugiados afganos en Pakistán le abrirá los ojos y es entonces cuando decide que EE.UU. se debe implicar en la guerra que libran los afganos contra los soviéticos y apoyar con armamento a aquéllos. El congresista Wilson consigue hacer un romcabolesco arreglo con israelíes, árabes, egipcios y pakistaníes para hacer llegar armamento de fabricación rusa a los afganos. La operación tiene éxito y los soviéticos son expulsados de Afganistán y se pone de manifiesto su declive como potencia imperial militar.

La historia es real y, por tanto, tiene el valor del testimonio histórico de cómo se consiguió expulsar de Afganistán a los rusos. Es interesante cómo la política internacional hace que personajes con ideologías tan diferentes puedan aliarse para conseguir un objetivo común. Cada uno intentará, una vez conseguido ese objetivo primero, conseguir su verdadero objetivo, que la mayor parte de las veces no coincide con el de sus ocasionales aliados. Así vemos que Estados Unidos, persiguiendo un objetivo loable comete errores y atrocidades consolidando en el poder a personajes como Zia Ul Haq, el asesino de Ali Bhutto, una de las grandes desgracias de Pakistán. Es interesante el final porque la cortedad de miras de los congresistas compañeros de Wilson en la Comisión de Exteriores le impiden a éste dotar un fondo de dinero para la reconstrucción del país y, por ende, aboca a éste a lo que ya sabemos que pasó: los talibanes, la incultura, BinLaden y la guerra contra el terrorismo. Es la torpeza de considerar que el primer objetivo de echar a los rusos era el objetivo frente al comienzo de la modernización de una zona tremendamente atrasada.

También es interesante el juego de la política en Wasshington, donde el voto de los congresistas y de los senadores no está sujeto a la disciplina de partido, sino a los intereses de los electores del distrito. Wilson, que tiene unos electores poco exigentes, puede ofrecer su voto en muchos asuntos para que otros le deban favores. Y cómo se juega con el dinero de los contribuyentes. En este caso, 500 millones de dólares de la época, reservados, sin informar a nadie.

Qué dirán nuestros izquierdistas ante un demócrata que es capaz de organizar una operación encubierta contra ¡los rusos!, esos luchadores por la libertad. Y que en los 70 fue entusiasta de Somoza en Nicaragua. ¡Qué decepción!

La película está muy bien hecha, con excelentes actores y escenarios. Mansiones de lujo, las guapas secretarias de Wilson, un guión ágil que no pierde nunca el pulso de la acción y que retrata perfectamente al congresista. Un oportunista que se compromete con una causa y que la consigue llevar a cabo.

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