sábado, 9 de febrero de 2008

Reservado el derecho de admisión


El PP ha puesto encima de la mesa el tema de la inmigración. La propuesta de poner limitaciones a la entrada de inmigrantes y un examen de "costumbres" intenta hacer más difícil la entrada de inmigrantes en España. Me parece valiente plantear este tema y romper un tabú, teniendo en cuenta la demagogia y simplicidad de discurso de la izquierda. Como era de esperar, los "progres" se han lanzado en tromba con acusaciones de xenofobia, populismo, discurso del miedo, etc. Lo de siempre. Tanto es así que Zapatero ha propuesto dejar fuera del debate electoral el tema de la inmigración. Está claro que este tema le hace daño al PSOE, pues son sus votantes tradicionales quienes más sufren y sufrirán las consecuencias de este tema.

Si bien hay aspectos de la propuesta que parecen correctos como la expulsión de los delincuentes, hay otros que no sólo no me parecen correctos, sino que me parecen una auténtica memez. O se han explicado fatal. Decir que tienen que adoptar nuestras costumbres es una mala forma de plantear el tema. ¿Cuáles son "nuestras" costumbres? ¿Ir a misa los domingos? ¿Al fútbol? Es una solemne tontería. En materia lingüística dicen que se les va a hacer un examen de español. ¿Por qué? Imaginemos que una empresa necesita personal que hable chino y esos empleados sólo van a hablar chino en su trabajo. Imaginemos que esos empleados se las apañan para hacer su vida diaria sin necesidad de hablar español. ¿Por qué hay que obligarles a hablar español? Si alguna vez tienen que hacer alguna gestión y no pueden, será su problema.

Más lamentable aún me parece el chascarrillo de Arias Cañete diciendo que los camareros de antes sí que eran buenos. Efectivamente, eran mejores en general que los de ahora. Pero quizás la culpa de que el servicio haya empeorado tanto no es de los inmigrantes que prestan el servicio, sino de los empresarios de hostelería que han visto en la inmigración una forma fácil de aumentar sus márgenes mediante la reducción de los costes laborales. Si esos empresarios quisieran dar un buen servicio, formarían a sus empleados inmigrantes y les pagarían mejor para que no hubiera tanta rotación de personal. Sin embargo, contratan al primero que llega, le pagan probablemente poco y el cliente que se fastidie.

Creo que es acertado elegir a los inmigrantes. Nos interesa atraer inmigrantes con alta cualificación profesional. Yo he tenido a bastantes de éstos trabajando para mí y hay gente excepcional por el mundo, mejor preparada que muchos españoles para desempeñar de forma brillante trabajos complejos. Tenemos que ser capaces de atraer a este tipo de gente y España tiene muchas posibilidades como país para atraer ese talento: buena calidad de vida, buen clima, gente amable y abierta, buenas condiciones laborales, etc. Además, la mayor competencia en el mercado laboral hará que nuestra gente sea más competitiva y mejore el nivel general.

Lo que es claro es que necesitamos que la gente que venga a vivir a España comparta los valores de libertad, respeto y que cumpla las leyes. Eso no tiene nada que ver con las costumbres.

Si queremos limitar el número de inmigrantes que vienen lo primero sería limitar el acceso a los servicios sociales que, de forma graciosa, los contribuyentes le pagamos a todo aquél que los solicite. Por ejemplo, para escolarizar a los niños y acceder a los servicios sanitarios habría que presentar una declaración de impuestos, y sin ella no hay servicio que valga. Es claro que si alguien tiene que pagar esos servicios, en lugar de ser subvencionado, se lo pensará antes de venir. A ver si se atreven a proponer esto.

La prensa ha venido cargada de comentarios sobre este tema en los últimos días: Germán Yanke, Soledad Gallego-Díaz, Alvaro Delgado-Gal, Juan Carlos Escudier y más que no puedo enlazar porque sólo se puede acceder a ellos bajo suscripción.

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