jueves, 19 de abril de 2007

De viaje (III). El súper avión chino


Leo en el Shanghai Daily que China planea fabricar aviones grandes para competir con Airbus y con Boeing. Consiguieron desarrollar su propio avión en los años 70 y en 1980 China tenía un avión el Y10. Salvo el motor, el resto era de fabricación china casi por completo, el fuselaje era 100% de fabricación china y la aviónica lo era en más de un 90%. Sin embargo, en 1983 China decidió abandonar el desarrollo posterior de grandes aviones debido a la falta de inversión y la mala gestión. El articulista defendía este plan, definiéndolo como estratégico para China, con el argumento de que para comprar un avión los chinos tienen que vender 800 millones de camisas.

La primera consideración que me viene a la mente es que siempre se califican de estratégicas las iniciativas que implican el gasto de una cantidad importante de dinero o se utiliza el término para justificar la intervención del Estado en cualquier actividad económica, sea la producción agrícola, de energía o aeronáutica. Es una excusa para que los burócratas de turno puedan desarrollar actividades que nadie financiaría, sacándole dinero al ciudadano y transfiriéndolo a empleados en empresas públicas y a subcontratistas privados que sí ganan dinero. Véase la industria naval española, cuyos astilleros públicos pierden dinero, pero cuyos subcontratistas ganan bien.

La segunda es el coste equivalente de un avión en camisas chinas, 800 millones. Es una buena cifra, pero si tenemos en cuenta que hay 1.300 millones de chinos, no parece difícil alcanzarla. Lo que oculta el autor del artículo es cuántas camisas tienen que vender para recaudar los impuestos necesarios para financiar el proyecto, que según un experto puede costar 50 mil millones de dólares. Si suponemos que la mitad de la inversión generará un rédito para el país, y que cada camisa se puede vender a unos 20 dólares (en China es muy caro) y que el impuesto sea el 20%, se necesita vender nada más y nada menos que 6.250 millones de camisas para que el Estado financie la mitad del súperavión. También oculta qué haría la sociedad, no el Estado con ese dinero. Incluso el Estado.

Sorprende la megalomanía de los dirigentes de los países.

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