Después de ver esta noticia en Periodista digital, y de compararla con las últimas actuaciones del Gobierno con De Juana y con Otegi, me pregunto, de hecho nos preguntamos, pues el tema lo he sometido a consideración de mis amigos, ¿dónde estamos?
Hay que tener cuidado con lo que se hace con los hijos. En estos días es pegarle con una zapatilla, pero dentro de unos años se considerará un delito de malos tratos psicológicos no acceder a comprar la PlayStation 3 o a sufragar el viaje de fin de curso a Alaska con el colegio. Yo me pregunto, ¿quién denunció a este hombre? Si fue la hija, la culpa es del padre por haber educado a una hija así. Si fue la madre, eso merece una conversación íntima sobre los criterios de educación de los hijos y si fue un vecino, mejor no pensarlo.
En nuestra reunión se han propuesto dos titulares para la entrada en el blog. Mi amiga María ha sugerido Verlo para creerlo. Sin duda, se adapta como un guante al hecho que se comenta. Yo, sin embargo, he sugerido Justicia socialista que, aunque no es objetivo como ha dicho Daniel, sí representa, para mí el mundo a donde vamos. Un mundo en el que el gobierno puede hacer lo que le conviene excarcelando a unos asesinos en serie y en el que, al mismo tiempo, la vida de los ciudadanos está controlada en todos sus extremos, desde la confiscación de la propiedad privada a través de unos impuestos abusivos a los comportamientos familiares. Mediante una adecuada propaganda de lo que es ser "buen ciudadano" y de una red de confidentes que denuncien a los que se atrevan a transgredir la norma. Ese confidente puede ser tu propio hijo, que en el colegio, mediante la Educación para la Ciudadanía o cualquier otra mamarrachada habrá tomado conciencia de que es un sujeto de derechos excepcionales y de que podrá denunciar cualquier comportamiento "antisocial".
Hay que tener cuidado con lo que se hace con los hijos. En estos días es pegarle con una zapatilla, pero dentro de unos años se considerará un delito de malos tratos psicológicos no acceder a comprar la PlayStation 3 o a sufragar el viaje de fin de curso a Alaska con el colegio. Yo me pregunto, ¿quién denunció a este hombre? Si fue la hija, la culpa es del padre por haber educado a una hija así. Si fue la madre, eso merece una conversación íntima sobre los criterios de educación de los hijos y si fue un vecino, mejor no pensarlo.
En nuestra reunión se han propuesto dos titulares para la entrada en el blog. Mi amiga María ha sugerido Verlo para creerlo. Sin duda, se adapta como un guante al hecho que se comenta. Yo, sin embargo, he sugerido Justicia socialista que, aunque no es objetivo como ha dicho Daniel, sí representa, para mí el mundo a donde vamos. Un mundo en el que el gobierno puede hacer lo que le conviene excarcelando a unos asesinos en serie y en el que, al mismo tiempo, la vida de los ciudadanos está controlada en todos sus extremos, desde la confiscación de la propiedad privada a través de unos impuestos abusivos a los comportamientos familiares. Mediante una adecuada propaganda de lo que es ser "buen ciudadano" y de una red de confidentes que denuncien a los que se atrevan a transgredir la norma. Ese confidente puede ser tu propio hijo, que en el colegio, mediante la Educación para la Ciudadanía o cualquier otra mamarrachada habrá tomado conciencia de que es un sujeto de derechos excepcionales y de que podrá denunciar cualquier comportamiento "antisocial".
El juez de este caso, desde mi punto de vista, debería haber sobreseído el caso con una admonición a la niña para que no se repita ese comportamiento insolente con su padre. Primero, ha empleado parte de su tiempo en estudiar el caso, lo que puede ser su obligación, pero probablemente hay otros casos que atascan su juzgado que merecen más atención. Segundo, ha dictado la peor sentencia, la que más desestructura a la sociedad, haciendo que los hijos pierdan el respeto de los padres. ¿Acaso se persigue desligitimar a los padres como la base de la educación de los hjos para que alguien "superior" como el Estado se haga cargo de la misma? Es probable.
Estas consideraciones me recuerdan la excelente película La vida de los otros, recientemente premiada con el Oscar a la mejor película en lengua extranjera y que relata una historia en la Alemania Oriental en la que se pone de manifiesto el poder que la policía política (100.000 funcionarios) y la red de confidentes (unos 300.000, en un país de 16 millones) tenían sobre la mayoría de los ciudadanos. 1 policía o confidente por cada 50 alemanes orientales. Ahí llegaremos, pero no como en la Alemania de Honecker, sino como en el mundo feliz de Huxley. Todos con un iPod (como elque escucho ahora), con lujos mil y sin preocuparnos de nuestra libertad. Ya está Pepiño u otros como él para encargarse de nuestras preocupaciones. Qué triste porvenir.
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