Es interesante contraponer la reflexión pausada y el análisis detallado de las cosas frente al catastrofismo urgente de los periódicos, que sólo quieren vender ejemplare. ¿Por qué será que los periódicos se empeñan en alarmarnos con el cambio climático en lugar de mostrarnos un buen análisis de los datos disponibles?
Leo un artículo de Xavier Sala i Martín, el reputado economista de la universidad de Columbia, en su blog. Es ciertamente inteligente este hombre, a pesar de ser extremadamente nacionalista. Eso puede ser causado por la educación que recibió de niño (ver esta noticia),. Sus análisis son certeros.
Aunque el artículo es un poco largo, recomiendo su lectura para que no se dejen engañar por los catastrofistas de la furia climática.
A finales del siglo XIX, la humanidad se enfrentaba a un serio problema medioambiental: el estiércol. La población urbana se disparaba y, dado que el medio de transporte principal eran los coches de caballos, los excrementos se acumulaban peligrosamente en la ciudad causando hedor, enfermedades respiratorias y fiebres tifoideas. Los sabios, que proyectaban una explosión demográfica a lo largo del siglo XX, predijeron una crisis ecológica sin precedentes.
Han pasado cien años y el miedo a morir sepultados por boñigas ecuestres se ha evaporado. Los que no han desaparecido son los augures de la desgracia. Es como si tuvieran su propia ley de la termodinámica: ellos ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. En su actual encarnación, los catastrofistas (cuyo exponente más conocido es el actor Al Gore) nos dicen que el planeta se calentará tanto que el nivel del mar subirá 7 metros provocando inundaciones masivas y hecatombes varias.
Los científicos serios, cuya opinión intenta resumir el informe del Panel del Cambio Climático de la ONU (IPCC), son mucho menos dramáticos. Por ejemplo, sobre la subida del nivel del mar (que es el tema potencialmente más peligroso para el hombre), durante los noventa se decía que subiría un metro, en el informe del 2001 dijo que serían 49 cm y el de 2007 dice que el aumento medio será sólo de 34 cm. Parece que, a medida que los conocimientos mejoran, las predicciones científicas son cada vez menos pesimistas, cosa que contrasta con la creciente histeria de los profetas de la calamidad.
Ustedes se preguntarán: Y todo esto, ¿cómo lo saben? Los catastrofistas simplemente se lo inventan por lo que deben ser ignorados. ¿Y los científicos? Pues la verdad honesta es que… tampoco lo saben: lo proyectan con complicados modelos matemáticos.
Para que las predicciones de esos modelos sean acertadas se necesitan dos elementos. El primero, un modelo matemático correcto. Sobre la fiabilidad de éstos no voy a opinar porque no soy climatólogo, pero los mismos climatólogos confiesan que sus modelos actuales son muy imperfectos ya que el clima depende de muchos factores que no acaban de entender con precisión. El mismo gráfico 2 del IPCC-2007 confiesa que el nivel de comprensión científica de los efectos de la radiación solar, el vapor o los aerosoles es bajo.
Pero aunque los modelos fueran correctos, acertar en las predicciones requiere un segundo elemento: saber cuántos gases de efecto invernadero va a haber en la atmósfera durante el siglo XXI. Y aquí es cuando abandonamos el terreno de las ciencias del clima y entramos en el de la especulación económica. Entre otras cosas, hay que saber cual será al crecimiento de la población, su nivel de renta, su composición sectorial (la industria, por ejemplo, emite más que los servicios) o la tecnología que se utilizará para producir esa renta o para secuestrar el CO2 previamente emitido. No hace falta decir que la capacidad de los economistas (e insisto que yo no soy climatólogo) de predecir esos factores a 100 años vista con algún tipo de fiabilidad es, digamos… ¡nula!
Y como el IPCC sabe que no hay fiabilidad, lo que hace es simular diferentes escenarios: en uno la población (y por lo tanto las emisiones) crece mucho, en otro poco, en uno nos hacemos ricos, en otro no, en uno seguimos utilizando petróleo, en otro no, etc. Luego utilizan diferentes modelos para estimar los aumentos de temperaturas bajo cada uno de esos escenarios y los hace públicos en su informe.
La ONU piensa que con eso soluciona el problema, pero se equivoca: las predicciones sólo son realistas si los escenarios son realistas y algunos claramente no lo son. Por ejemplo, en el escenario llamado A2 se hace el supuesto de que la renta de los países pobres crecerá hasta los niveles que actualmente tenemos los ricos y que, a pesar de ello, la población mundial seguirá aumentando hasta alcanzar los 15.000 millones de personas. Eso es muy poco probable ya que cuando sube la renta la natalidad baja, como demuestra la experiencia de España y Europa en las últimas décadas.
Otro ejemplo: en el escenario A1FI, se proyecta que la renta per cápita mundial subirá desde los 3.900 dólares actuales hasta los 75.000 y que, a pesar de ello, seguiremos utilizando las mismas tecnologías intensivas en petróleo y carbón. Eso es muy poco probable ya que la mayor riqueza incrementará la demanda de esos recursos y, en consecuencia, su precio subirá (miren, si no, lo que ha pasado en los últimos años a raíz del crecimiento de China). Eso hará que la gente pase a utilizar aparatos que gasten menos (miren cómo bajó la demanda de 4x4s en Estados Unidos cuando el petróleo se puso a 70 dólares/barril) y que las energías alternativas que ya existen pasen a ser rentables y sustituyan a las fósiles.
Lo interesante es que estos dos escenarios tan poco probables desde del punto de vista económico son los que proyectan los aumentos más dramáticos de temperaturas y del nivel del mar. Claro que incluso los escenarios más razonables son poco fiables ya que incurren en el mismo error que cometieron los sabios del siglo XIX: ignoran las innovaciones que se van a producir a lo largo del siglo y que ahora no podemos ni imaginar. Al fin y al cabo, en 1900 no sólo nadie soñó que durante el siglo XX aparecerían el teléfono móvil, Internet, los transbordadores espaciales o el bikini, sino que fueron incapaces de ver que el automóvil –que a la postre fue la solución al problema del estiércol urbano- estaba a la vuelta de la esquina.
Interesante el análisis que normalmente nos escamotean los redactores de los periódicos. Y es que para ser periodista, no hace falta nada más que saber bastante de algo y saber explicarlo para que lo pueda entender la mayoría de la gente. ¿Qué enseñan en las facultades de periodismo? Quizás lo que pasa es que los redactores tienen que producir una serie de noticias al día y su labor se reduce a seleccionarlas y a resumirlas. Esta es la gran ventaja de internet.
Leo un artículo de Xavier Sala i Martín, el reputado economista de la universidad de Columbia, en su blog. Es ciertamente inteligente este hombre, a pesar de ser extremadamente nacionalista. Eso puede ser causado por la educación que recibió de niño (ver esta noticia),. Sus análisis son certeros.
Aunque el artículo es un poco largo, recomiendo su lectura para que no se dejen engañar por los catastrofistas de la furia climática.
A finales del siglo XIX, la humanidad se enfrentaba a un serio problema medioambiental: el estiércol. La población urbana se disparaba y, dado que el medio de transporte principal eran los coches de caballos, los excrementos se acumulaban peligrosamente en la ciudad causando hedor, enfermedades respiratorias y fiebres tifoideas. Los sabios, que proyectaban una explosión demográfica a lo largo del siglo XX, predijeron una crisis ecológica sin precedentes.
Han pasado cien años y el miedo a morir sepultados por boñigas ecuestres se ha evaporado. Los que no han desaparecido son los augures de la desgracia. Es como si tuvieran su propia ley de la termodinámica: ellos ni se crean ni se destruyen, sólo se transforman. En su actual encarnación, los catastrofistas (cuyo exponente más conocido es el actor Al Gore) nos dicen que el planeta se calentará tanto que el nivel del mar subirá 7 metros provocando inundaciones masivas y hecatombes varias.
Los científicos serios, cuya opinión intenta resumir el informe del Panel del Cambio Climático de la ONU (IPCC), son mucho menos dramáticos. Por ejemplo, sobre la subida del nivel del mar (que es el tema potencialmente más peligroso para el hombre), durante los noventa se decía que subiría un metro, en el informe del 2001 dijo que serían 49 cm y el de 2007 dice que el aumento medio será sólo de 34 cm. Parece que, a medida que los conocimientos mejoran, las predicciones científicas son cada vez menos pesimistas, cosa que contrasta con la creciente histeria de los profetas de la calamidad.
Ustedes se preguntarán: Y todo esto, ¿cómo lo saben? Los catastrofistas simplemente se lo inventan por lo que deben ser ignorados. ¿Y los científicos? Pues la verdad honesta es que… tampoco lo saben: lo proyectan con complicados modelos matemáticos.
Para que las predicciones de esos modelos sean acertadas se necesitan dos elementos. El primero, un modelo matemático correcto. Sobre la fiabilidad de éstos no voy a opinar porque no soy climatólogo, pero los mismos climatólogos confiesan que sus modelos actuales son muy imperfectos ya que el clima depende de muchos factores que no acaban de entender con precisión. El mismo gráfico 2 del IPCC-2007 confiesa que el nivel de comprensión científica de los efectos de la radiación solar, el vapor o los aerosoles es bajo.
Pero aunque los modelos fueran correctos, acertar en las predicciones requiere un segundo elemento: saber cuántos gases de efecto invernadero va a haber en la atmósfera durante el siglo XXI. Y aquí es cuando abandonamos el terreno de las ciencias del clima y entramos en el de la especulación económica. Entre otras cosas, hay que saber cual será al crecimiento de la población, su nivel de renta, su composición sectorial (la industria, por ejemplo, emite más que los servicios) o la tecnología que se utilizará para producir esa renta o para secuestrar el CO2 previamente emitido. No hace falta decir que la capacidad de los economistas (e insisto que yo no soy climatólogo) de predecir esos factores a 100 años vista con algún tipo de fiabilidad es, digamos… ¡nula!
Y como el IPCC sabe que no hay fiabilidad, lo que hace es simular diferentes escenarios: en uno la población (y por lo tanto las emisiones) crece mucho, en otro poco, en uno nos hacemos ricos, en otro no, en uno seguimos utilizando petróleo, en otro no, etc. Luego utilizan diferentes modelos para estimar los aumentos de temperaturas bajo cada uno de esos escenarios y los hace públicos en su informe.
La ONU piensa que con eso soluciona el problema, pero se equivoca: las predicciones sólo son realistas si los escenarios son realistas y algunos claramente no lo son. Por ejemplo, en el escenario llamado A2 se hace el supuesto de que la renta de los países pobres crecerá hasta los niveles que actualmente tenemos los ricos y que, a pesar de ello, la población mundial seguirá aumentando hasta alcanzar los 15.000 millones de personas. Eso es muy poco probable ya que cuando sube la renta la natalidad baja, como demuestra la experiencia de España y Europa en las últimas décadas.
Otro ejemplo: en el escenario A1FI, se proyecta que la renta per cápita mundial subirá desde los 3.900 dólares actuales hasta los 75.000 y que, a pesar de ello, seguiremos utilizando las mismas tecnologías intensivas en petróleo y carbón. Eso es muy poco probable ya que la mayor riqueza incrementará la demanda de esos recursos y, en consecuencia, su precio subirá (miren, si no, lo que ha pasado en los últimos años a raíz del crecimiento de China). Eso hará que la gente pase a utilizar aparatos que gasten menos (miren cómo bajó la demanda de 4x4s en Estados Unidos cuando el petróleo se puso a 70 dólares/barril) y que las energías alternativas que ya existen pasen a ser rentables y sustituyan a las fósiles.
Lo interesante es que estos dos escenarios tan poco probables desde del punto de vista económico son los que proyectan los aumentos más dramáticos de temperaturas y del nivel del mar. Claro que incluso los escenarios más razonables son poco fiables ya que incurren en el mismo error que cometieron los sabios del siglo XIX: ignoran las innovaciones que se van a producir a lo largo del siglo y que ahora no podemos ni imaginar. Al fin y al cabo, en 1900 no sólo nadie soñó que durante el siglo XX aparecerían el teléfono móvil, Internet, los transbordadores espaciales o el bikini, sino que fueron incapaces de ver que el automóvil –que a la postre fue la solución al problema del estiércol urbano- estaba a la vuelta de la esquina.
Interesante el análisis que normalmente nos escamotean los redactores de los periódicos. Y es que para ser periodista, no hace falta nada más que saber bastante de algo y saber explicarlo para que lo pueda entender la mayoría de la gente. ¿Qué enseñan en las facultades de periodismo? Quizás lo que pasa es que los redactores tienen que producir una serie de noticias al día y su labor se reduce a seleccionarlas y a resumirlas. Esta es la gran ventaja de internet.
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