miércoles, 19 de noviembre de 2008

El cero y el infinito (I)


Linguini me regaló hace unos meses esta novela de Arthur Koestler de Londres, regalo que no le he agradecido lo suficiente, ya que no se puede encontrar fácilmente en España. Hace pocos días he terminado la apasionante lectura de esta novela de un comunista que luchó en la guerra civil española y que tiempo después vio la descarnada realidad en la que se había convertido el comunismo por el que había luchado.

La novela cuenta la detención e interrogatorio de Rubashov, un revolucionario por desviarse de la doctrina del Partido. He marcado algunos pasajes del libro que me han parecido muy interesantes y que iré colgando en días sucesivos. Por fin, he encontrado una versión en pdf y en español que me permite copiarlo sin tener que traducir y teclear todo el texto. Está entre las recomendaciones de la cabecera junto a otras lecturas recientes.

En la mentalidad del revolucionario, para transformar la sociedad hay que sacrificar la propia conciencia. Lo más fácil es acobardarse y plegarse a lo que la conciencia nos dicta, sin pensar en "los logros" que la revolución traerá al género humano.

-Mi punto de vista es éste -continuó-: No se puede considerar el mundo como una especie de burdel metafísico para las emociones. Éste es nuestro principal precepto. Simpatía, conciencia, disgusto, desesperación, arrepentimiento y penitencia, constituyen para nosotros una relajación repelente. Sentarse y quedarse hipnotizado mirándose el ombligo; volver la vista y ofrecer humildemente el cuello al revólver de Gletkin, son soluciones fáciles. La más grande tentación para cualquiera de nosotros es renunciar a la violencia, arrepentirse, ponerse en paz consigo mismo. Muy grandes revolucionarios cayeron ante esta tentación, desde Espartaco hasta Dantón y Dostoiewski; ellos constituyen la modalidad clásica de traición a la causa. Las tentaciones de Dios fueron siempre más peligrosas para el género humano que las de Satanás.En tanto que el caos domine el mundo, Dios es un anacronismo, y todos los compromisos con la propia conciencia constituyen una perfidia. Cuando la maldita voz interior te hable, tápate los oídos.
...
-Los mayores criminales de la historia -continuó Ivanov- no son del tipo de Nerón y de Fouché, sino del tipo de Gandhi y de Tolstoi. La voz interior de Gandhi ha hecho más para impedir la liberación de la India que los cañones ingleses. Venderse por treinta dineros es una transacción honrada, pero venderse a la propia conciencia de uno es abandonar el género humano. La historia es, a priori, amoral: no tiene conciencia. Pretender conducir la historia con arreglo a las máximas de una escuela dominical, es lo mismo que dejarla ir al garete, y esto lo sabes tú tan bien como yo. Conoces lo que se ventila en esta lucha, y me vienes hablando de los gemidos de Bogrov.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Querido amigo, fue un placer. Me doy por agradecido. Nada mejor que un buen "hunting" como dicen los ingleses, cuando la presa a cazar es difícil. Por cierto me acabo de hacer con "el salario del miedo". A tu salud!. Un fuerte abrazo