miércoles, 5 de noviembre de 2008

Obama


Es obligado hoy hablar de la victoria de Obama. Como me suele pasar en los aconteceres políticos de otros países, tengo sentimientos encontrados.

Por un lado, creo que es bueno para la sociedad norteamericana quitarse de encima los fantasmas del racismo y demostrar que esos sentimientos no existen en la mayoría. Esto es una demostración para el resto del mundo, especialmente los europeos, que tanto pontificamos sobre lo malos y racistas que son los norteamericanos y lo poco que nos aplicamos esas prédicas a nosotros mismos. Por ejemplo, ¿cuándo admitiríamos los españoles un presidente gitano, indio o moro? ¿Y los franceses un negro? Estamos lejos de eso. Además, creo que los años de Bush han dejado a los norteamericanos agotados y necesitan un poco de descanso: estos años han sido realmente convulsos, empezando con el 11S y terminando con la crisis financiera. Si bien Bush no es el culpable de ninguna de las dos cosas, no parece que su presidencia haya sido ejemplar. Los americanos necesitaban algo nuevo, un revulsivo. Obama puede serlo.

Lo peor de Obama es su programa y espero que en dos años, si lo cumple, los votantes le den un palo en las elecciones legislativas. El gran peligro de un Obama crecido en la Casa Blanca y un Congreso y Senado demócratas es la falta de contrapesos para la aplicación de un programa socialdemócrata que dejaría a los Estados Unidos convertidos en una Francia sin queso, sin vino y sin buena cocina. Un paraíso intervencionista de políticos inútiles, vampirizando a los esforzados contribuyentes. Lo malo del programa de Obama no es que lo aplique en EE.UU., sino que sirva de faro y guía para impedir el tímido avance que el liberalismo estaba haciendo en Europa y que la crisis económica ya se ha cargado. Los americanos pronto se darán cuenta de que los problemas económicos no los arreglan los políticos. Más bien al revés. Pero no aprenden de su historia y cada poco lo tienen que recordar.

Lo realmente peligroso de que Obama cumpla su programa es que ablande la política internacional y ponga en peligro a todo Occidente quitando el dique de contención contra el terrorismo islámico y sus intentos de aniquilar a los infieles, o sea, nosotros.

Lo malo es que la alternativa a Obama era McCain, que tampoco era una garantía de nada. Es como una elección entre Zapatero y Rajoy. Un socialista auténtico o una imitación. Los americanos se han quedado con el auténtico, con el que mejor se puede meter en sus vidas.

Por último, Obama desenmascarará a nuestros progres ahora anti-Bush, pero realmente antiamericanos. Eso será divertido de ver y aunque sólo sea por esto, la victoria de Obama habrá merecido la pena.

P.S.: Me sorprende la euforia que una elección puede causar en la gente. Parece que la gente tiene más fe en los políticos que en Dios. Obama: "Vamos a cambiar el mundo". No, por favor.

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