viernes, 7 de noviembre de 2008

El salario del miedo






El otro día volé a Singapur con Air France, cuyo servicio me decepcionó. Asiento inclinado, comida regular y programa de entretenimiento a bordo bastante corto. Nada que ver con Singapore Airlines. Ante la escasez de películas modernas interesantes, volví a ver El salario del miedo, un clásico de Clouzot del año 1953. Ya la había visto en mis años de cineclub, pero me gustó volver a verla.

Un grupo de "aventureros" franceses, alemanes e italianos se encuentran atrapados en un pueblo inmundo de Venezuela sin dinero, sin trabajo y sin posibilidades de salir de ese agujero del mundo donde los niños juegan desnudos en las calles polvorientas junto a los gallinazos.

Ese grupo de perdedores pasa el día en el bar, resolviendo las rencillas entre ellos con la vana esperanza del momento en el que encuentren una salida del infierno venezolano. Cada uno de los personajes principales representa un arquetipo humano, desde el pragmático que vive su vida sin meterse en problemas (Yves Montand), el fanfarrón que se siente más fuerte con algo de dinero (Jo), el frío y distanciado alemán interpretado por Peter van Eyck y el extrovertido y alegre italiano (Folco Lulli).

La vida de estos cuatro personajes cambiará cuando un incendio en una explotación petrolera al otro lado de la sierra requiere que se transporten dos camiones conun poderoso explosivo para controlar el incendio. Los dos mil dólares que la compañía paga a los conductores es una fortuna que les permitirá salir del callejón sin salida en el que se encuentran. Aquí comienza la aventura que revelará el verdadero carácter de estos cuatro personajes, más allá de la fachada que aparece en la presentación inicial de los personajes. Así, el fanfarrón francés se convierte en un cobarde que no es capaz de superar el miedo a la muerte que les amenaza durante todo el viaje y el frío alemán es un excelente y solidario compañero capaz de arriesgar su vida por los otros.

La aventura tiene un desenlace dramático que nos lleva a la reflexión que desde el título se plantea. ¿Cuál es el salario que compensa por el riesgo de transportar una carga tan peligrosa? Es evidente que la desesperación de los personajes les empuja a embarcarse en tan peligrosa aventura. Pero, ¿no habría en otras circunstancias más favorables personas que también estarían dispuestas a correr el riesgo? Aquí es donde yo arrimo el ascua a mi sardina liberal. En un entorno regulado y sindicalizado, ¿ganarían los conductores más o menos que los aventureros de la película? Menos, creo yo. ¿Sería la selección de los conductores la de los mejores o la de los pertenecientes al sindicato?

La película está narrada de forma excepcional, con un lenguaje directo y sin artificios. Mantiene la tensión en todo momento, con una efectiva fotografía en blanco y negro y excelente ritmo. Una excelente película, en definitiva.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajaja

Buena reflexión, si señor.

Lo peor es correr riesgos para que, si tienes éxito, te quiten el resultado de tu esfuerzo para dárselos a los bancos. Los mismos que te miraban como un apestado.

David Cotos dijo...

Buena película. mantiene la tensión hasta el final.