Esta semana he pasado cinco días en Mallorca, incluyendo el fin de semana. Aparte de disfrutar del clima, del sol y del maravilloso paisaje de la isla, he podido leer acerca de la política mallorquina. Es igual de repugnante que la de cualquier otra región de España: pactos antinatura, políticos incompetentes, corrupción e intervencionismo. Lo que pasa es que aquí, el PSOE ha tenido que pactar con seis partidos seis, desde la derecha corrupta de Munar hasta la radical y antisistema de ERC, del que el Consejero de Interior en Mallorca está imputado por la invasión de la propiedad de Pedro J..
Varias muestras del escándalo de este pacto. Eso sí, todas del mismo diario. Tendré que comprar uno afín al PSOE hoy.
Vuelve a las andadas, Javier Legorburu.
La verdad es que me cuesta creer que super Antich gobierne gracias a la concesión de impunidad a Maria Antònia Munar por parte del mesías Zapatero. Y me cuesta hacerlo, no porque el progre mayor del reino no sea capaz de esa fechoría, sino porque la destrucción del Estado de Derecho resultaría demasiado descarada. Si la concesión de impunidad fuera cierta, todos los presos tendrían derecho a amotinarse; los justiciables, a no reconocer la autoridad del juez; los contribuyentes, a no satisfacer los impuestos; los probos funcionarios, a no terminar los expedientes... Pues una cosa es que la Fiscalía dé un trato de favor a los criminales De Juana y Otegui en aras ingenuas de la llamada paz para mayor gloria del Gran Humilde, y otra, una prevaricación gigantesca que dinamita los fundamentos constitucionales. Es tal el choque que me causa la especie comentada, que no quiero creerla. Tal vez con una ingenuidad parecida a la de aquellos alemanes que no podían creerse que su dios, Adolf Hitler, estuviera exterminando a sus compatriotas judíos.
Super Antich, animado por sus socios del Bloc, vuelve a las andadas al declarar la guerra al español. Algún día los catalanistas tendrán que darse cuenta que, para defender los intereses del catalán, les será más útil pactar con el castellano. Y en el aspecto electoral, la política talibán facilita enormemente la próxima mayoría absoluta del PP, si sabe aprovechar esta torpeza socialista. Habida cuenta de que tiene magníficos estrategas, como los que idearon el producto estrella Mari-Pau-Janer, tenemos todas las garantías para pensar que aprovecharán la jugada. Y en esto que Aina Calvo, cabal, valiente y bilingüe, me deja presentarme al Ciudad de Palma.
La ilegitimidad de Antich, Joan Font Rosselló
Legalidad no es sinónimo de legitimidad. Un parlamento puede promulgar una ley y esta misma ley llevar el anatema de la ilegitimidad si es contraria a la voluntad del pueblo. Un régimen político, por democrático que sea, no se sostiene por la coacción del poder o la ley, sino por la ascendencia de los gobernantes sobre el pueblo -la autoridad- y por la confianza de los ciudadanos hacia sus gobernantes -lo que mide su legitimidad-. De ahí la ilegitimidad de origen del Govern de Antich. ¿Por qué?
1. Porque se basa en un Pacto de Tinell a la balear, no oficialmente firmado ante notario por los seis partidos, pero sí materializado en todas las instituciones. Mientras Tinell excluía por razones estrictamente ideológicas -el no al Estatut presentado como un «ataque a Cataluña»- a un partido, el PP, que en Cataluña no deja de ser un partido testimonial, aquí se está excluyendo al partido mayoritario que concentra el 46,45% de su electorado a escasos miles de votos de la mayoría absoluta. UM no ha explicado aún los motivos que, en aras al interés general, le han llevado a optar por la izquierda, a no ser que aceptemos como motivos rencores confesados contra este diario, venganzas personales o estrategias partidistas a largo plazo para debilitar al PP. Ni la «destrucción del territorio» ni la «corrupción», ejes de la campaña electoral, sirven de coartada a UM que está, en este sentido, tan pringado como el PP.
2. El pacto de izquierdas ha provocado una desconfianza sin precedentes hacia nuestro sistema democrático. Muchos votantes se sienten estafados y amenazan con no volver ir a votar. «No sirve para nada», dicen, al entender que los políticos no respetan la voluntad popular.
3. El argumento de que el conglomerado de izquierdas (PSOE+Bloc+UM) suma más -el 48,66% de los votos- que el PP -el 46,45%- es otra falacia. Este 48,66% no votó a Antich que en una segunda vuelta posiblemente sería vapuleado. Matías Vallés afirmaba que el votante izquierdista o uemita quería echar al PP y esto sólo pasaba por un pacto. Esto es parcialmente cierto pero sólo afecta al votante más politizado, no a todos los votantes del PSOE, Bloc o UM, algunos de los cuales -aunque sólo fuera una mínima parte- no anteponen los intereses del partido al que votan al ideal de justicia de ver gobernar a quien con mucha diferencia ha sido el más votado.
4. Con respecto al 2003 y con un censo electoral mayor, la suma de todos los votos de la coalición de perdedores (PSOE+UM+Bloc) ha bajado, mientras que el PP ha subido. Ni siquiera la izquierda puede colgarse la medalla de haber impedido por méritos propios la mayoría absoluta del PP, castigado por sus votantes más derechistas.
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