Lo dice Pedro Nueno en La Vanguardia de hoy:
Es evidente que en nuestros días hay que vender continuamente. Nuestros gobernantes dedican la mayor parte de su energía a negociar entre ellos cosas internas y se olvidan de que hay países obsesionados en venderse bien al mundo. Es como si entrásemos en unos grandes almacenes y viésemos que los dependientes y sus encargados tienen entre ellos una discusión a muerte sobre quién debería atender a jóvenes, o a señoras mayores solas, o a caballeros mayores solos, o a parejas mayores, o a madres solas con niños pequeños, y así sucesivamente, y se gritasen unos a otros en la discusión, sin darse cuenta de que al final los clientes se iban a otra tienda donde les atendiesen rápido y bien. Quizás los dependientes y sus encargados pensaban que una vez repartido bien el pastel todo iría mejor y darían un servicio increíblemente bueno a sus clientes, pero no eran conscientes de que llevaban años dedicándose a discutir sobre el pastel sin atender la tienda y cada vez venía menos gente a comprar. Ojalá me equivoque pero el problema puede tener difícil arreglo.
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