domingo, 25 de mayo de 2008

La ley (III).


Sigo glosando a Bastiat en su elaboración sobre el despojo legal organizado por el Estado contra la libertad de los ciudadanos:
"Y sinceramente ¿puede pedirse otra cosa a la ley? La ley que tiene como sanción necesaria a la fuerza, ¿puede razonablemente ser empleada para otra cosa que no sea su función de mantener a cada uno en su derecho? Desafío a cualquiera para extender su función más allá de ese círculo, sin volverla contra el derecho, y por consiguiente, sin volver la fuerza contra el derecho. Y como es esa la perturbación social más funesta y más ilógica que pueda imaginarse, debe ser reconocido sin dificultad que la verdadera solución, tan buscada, para el problema social, se encierra en esas simples palabras: LA LEY ES LA JUSTICIA ORGANIZADA. Ahora, notémoslo bien: organizar la justicia por medio de la ley, es decir, mediante la fuerza, excluye la idea de organizar por la ley o por la fuerza una manifestación cualquiera de la actividad humana: trabajo, caridad, agricultura, comercio, industria, instrucción, bellas artes o religión; porque no es posible que una de esas organizaciones secundarias deje de aniquilar la organización esencial: LA JUSTICIA. En efecto, cómo imaginar a la fuerza coartando la libertad de los ciudadanos, sin que resulte dañada la justicia, es decir sin actuar contra su propia finalidad? Tropiezo aquí contra el prejuicio más popular de nuestra época. No se quiere solamente que la ley sea justa; se quiere también que sea filantrópica. No se está conforme conque garantice a cada ciudadano el libre y pacífico ejercicio de sus facultades, aplicadas a su desarrollo físico, intelectual y moral: se exige que esparza directamente sobre la nación el bienestar, la instrucción y la moralidad. Ese es el aspecto seductor del socialismo.

Pero, lo repito, aquellas dos misiones de la ley, se contradicen. Es necesario optar. El ciudadano no puede al mismo tiempo ser libre y no serlo.

Me escribió una vez Lamartine: “Vuestra doctrina no es más que la mitad de mi programa: os
habéis detenido en la libertad, yo estoy ya en la fraternidad”. Le contesté: “La segunda mitad de
vuestro programa habrá de destruir la primera”. Y, en efecto, me es completamente imposible
separar la palabra fraternidad, de la palabra voluntarismo. Me es por completo imposible concebir
la fraternidad forzada legalmente, sin que resulte la libertad legalmente destruida y la justicia legalmente pisoteada. La expoliación legal tiene dos raíces: una, acabamos de verlo, está en el egoísmo humano; la otra está en la falsa filantropía."

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