domingo, 20 de mayo de 2007

ABC


Hoy no he podido leer El País, no lo había en la cafetería del club, así que me he tenido que dedicar a la lectura del diario monárquico de toda la vida, ahora en horas bajas. Hay que decir que este diario tiene un grupo de colaboradores muy bueno y que, pese a algunas depuraciones que hizo en el pasado por disentir de la línea del periódico, mantiene un nivel más que aceptable. No entiendo por qué se ha producido ese cisma en el periodismo liberal y creo que es triste que el otrora grupo de periodistas unidos contra la corrupción y el despotismo de Felipe, den las muestras de desunión de las que hacen gala Federico, Pablo Sebastián, Germán Yanke, y otros.




Lo único que no me gusta del ABC es ese "sentido del deber patriótico" según el cual cuando hay algún escándalo que afecta a las bases del Estado, se tapa, se esconde, se manipula o se disimula. Es el principio por el cual Aznar "pasó página" del terrorismo de Estado, cediendo al chantaje de lo más reaccionario de la sociedad, los que a espaldas de los ciudadanos manejan los entresijos del poder. Ese es el sentido que creo que ha impulsado a ABC a defender la instrucción del juez Del Olmo en el proceso del 11M y a alinearse con El País. Porque, a pesar de muchos, y conste que no sigo el asunto porque me cansa, no parece que todo el asunto esté nada claro y que hay muchos aspectos no resueltos en el caso.




En cualquier caso, y a pesar de Federico, no se puede decir que sea un mal periódico. De la edición de hoy destaco algunos de los artículos:




Interesante análisis de Ignacio Camacho sobre la orientación de voto de la izquierda. También es interesante el artículo de Jon Juaristi sobre Miguel Sebastián y el símil con la película La zona muerta. Destaco un párrafo:




Ahora comprendemos que el riesgo para las libertades que habría supuesto un Sebastián en la alcaldía de Madrid es de naturaleza más deletérea que el que representó la cleptocracia en épocas no pasadas del todo. La administración local funcionó como una escuela de corrupción en la vorágine de la calderilla felipista (en ella se entrenaron Roldán y compañía), pero los ladrones, aunque la ensuciaron y deterioraron, no llevaron la democracia hasta el borde del abismo. Se limitaron a forrarse. No prepararon dossiers contra empresarios ni recurrieron al chantaje sexual en períodos electorales. ¿Qué ha cambiado? Pues que, siguiendo al pie de la letra las enseñanzas de su admirado Fidel Castro, la generación socialista de Rodríguez no lucha ya por desmigar el presupuesto, sino directamente por el poder total. La clase política del felipismo procedía de unas clases medias económicamente precarias y buscaba cubrirse el riñón. El zapaterismo, estadio superior del progresismo, es la expresión de unas élites mesocráticas sedientas de venganza contra un pasado reformista que ni conocen ni entienden. Se parecen sorprendentemente a la horda del sesenta y ocho francés e italiano: es decir, se creen revolucionarios, y lo son en la medida que pretenden revolucionar el capitalismo amputándole la libertad, que es siempre un estorbo. El modelo del sesenta y ocho era Mao o la revolución en la revolución; el de Rodríguez, el neopopulismo o la revolución en el capitalismo global (o sea, Castro, Chávez, Morales y Otegui, salvando las distancias). En ambos casos, es tarea prioritaria aplastar a la oposición liberal por cualquier medio, lo que incluye, claro está, desde la delación y el chantaje al terrorismo puro y duro. Una variedad de métodos que tienen un mismo fin: amedrentar y silenciar a los discrepantes.




Otra columna interesante es la de Martín Ferrand, con una definición brillante de Zapatero y su política:




Para descubrir los ingredientes del cóctel que define a Zapatero no es necesario recurrir a la analítica de precisión. Tómese, si se quiere caer en el riesgo de su consumo, un vaso de mezclas esmerilado con la efigie del puño y la rosa. Viértase en él un tercio de la memoria tenebrosa de un abuelo, otro tercio de rencor social tan injustificado como sonriente y divídase el tercio restante, por mitades, entre un equipo de Gobierno inane y la obsesión por pasar a la historia como el hombre que nos redimió de ETA. Con dos gotitas de falsedad y un ligero movimiento el cóctel estará listo para servir en tazas de café con leche, que no conviene que nada se parezca a lo que es para retratar al personaje.




También el artículo de Xavier Pericay está bien:



El mismo día -ayer- en que Fernando Savater publicaba en el diario El Correo «Casa tomada», El País relegaba al interior más interior de sus páginas interiores -esto es, al extracto de las palabras pronunciadas por Rajoy en un mitin en Palma- la información aparecida en Gara según la cual, al contrario de lo que siempre han asegurado el presidente del Gobierno y sus adláteres, significados dirigentes de Batasuna se reunieron 25 veces con los socialistas vascos antes de la tregua de 2006. Semejante coincidencia en el tiempo no tendría mayor importancia si no fuera porque «Casa tomada» no era un artículo destinado a El Correo sino a El País, y cuyo cambio de destino cabe atribuir tan sólo al hecho de que de este último periódico se negó a publicarlo. Y si no fuera, claro, porque «Casa tomada» rechaza sin tapujos el «proceso de paz» auspiciado por el presidente del Gobierno -y, en concreto, las medidas que han permitido al brazo político de ETA estar presente en las elecciones- y pide a los ciudadanos que, a la hora de votar, actúen en consecuencia.
Éste es el tema, en efecto; no hay otro. Un gobierno que trata de ocultar la verdad valiéndose de cuantos medios tiene a su alcance, y una oposición cuyo principal empeño es impedirlo. De nada sirve engañarse: por más que el próximo domingo se elijan en España concejales y diputados autonómicos, lo que está un juego es algo de un calado mucho mayor.




Por último, destaco una entrevista con el siempre interesante escritor Vargas Llosa. Repite aquí, sin complejos, cuál va a ser su voto en las elecciones de la semana que viene:




—Bueno, yo no soy socialista, nunca he votado por el PSOE y voy a votar en estas elecciones por Esperanza Aguirre y por Alberto Ruiz-Gallardón, así que a mí nadie me puede acusar, ¿no es cierto?, de complicidades con el PSOE… Pero creo que no es justo comparar a este gobierno socialista con el PRI, que no era democrático y que impidió la democracia en México. En España la democracia es una realidad irreversible. Y eso es algo que se debe tanto a las fuerzas de derecha como de izquierda que en la Transición establecieron unos consensos que le han dado a España su formidable progresión tanto en el campo político como en el económico. Y es el resultado de que las dos fuerzas políticas más importantes: el PSOE y el PP, han establecido un consenso para preservar y profundizar la democracia. Ahora bien, claro, son dos partidos que se pelean, que se insultan, lo cual es muy hispánico, pero la democracia no está amenazada en absoluto, afortunadamente para España y para Europa.
—Algo habrá que no le guste en el PSOE cuando vota al PP...
—Dicho lo anterior, sí, yo tengo muchas cosas que criticarle al PSOE, sobre todo su política con ETA, que yo creo que ha sido una política muy equivocada. Tampoco me gusta su decisión de establecer alianzas con los nacionalismos periféricos extremistas —como ERC— para tener el poder. Porque en España, tradicionalmente, el socialismo era una fuerza antinacionalista muy grande y hoy el PSOE se ha vuelto el caballo de Troya de los nacionalismos; y eso lo lamento muchísimo.




La entrevista entera merece la pena.




Por último, en el suplemento dominical que va con el periódico, hay un excelente reportaje sobre Corea del Norte donde se da cuenta de cuál es la verdadera faz del comunismo. Por si a alguien se le pasaba por la cabeza votar a IU.




También he leído La Razón donde hay un divertido artículo de María José Navarro, y otros dos interesantes de Angela Vallvey y de Tomás Cuesta. Ninguno de ellos está disponible en internet si no eres suscriptor, así que no los puedo enlazar ni copiar. Lástima.