Ayer, mientras veíamos el partido del Sevilla y el Español, tenía lugar un debate entre Gallardón y Miguel ¿qué? ¿cuánto? ¿dónde?, en el que éste le preguntó a Gallardón por sus relaciones personales con una tal Montserrat Corulla, encausada por la corrupción en Marbella. Estas informaciones ya habían aparecido en varios semanarios, creo que en Epoca y en Tiempo y, ¡ojo! que dicen que el PSOE sacará unas grabaciones de Gallardón con esta mujer.
Se ha roto una tradición en la política española de no entrar en temas personales. Bien que los socialistas defendieron esto en tiempos de Alfonso Guerra. Parece que este indeseable de Sebastián está desesperado después de que se hayan conocido sus maniobras contra el presidente del BBVA. En este momento me alegro de que hubiera fútbol y que la gente no viera esta infamia. Por lo menos ahora le conoce más gente.
En cualquier caso, se plantea un debate interesante en el que el puritanismo reinante (el contrario que en EE.UU.) nos impide entrar a fondo. Es el de si debemos confiar en un político que tiene relaciones "ilícitas", ocultas, mientras mantiene una apariencia de matrimonio normal. Los norteamericanos, que aquí son acusados de puritanos, sostienen que si alguien es capaz de mentirle a su mujer, ¿qué mentiras no será capaz de hacer en el ejercicio del poder si no conoce a sus electores? Por eso los políticos americanos dimiten cuando son pillados en un hecho así, pero no por el hecho de tener una amante, lo cual hablaría bien de su capacidad de seducción, sino por mentir. La mentira en EE.UU. es algo gravísimo en todos los ámbitos de la vida, desde el colegio hasta la empresa. ¿No tienen algo de razón los norteamericanos?
Cuidado, Sebastián, que parece que también tiene algo que ocultar en cuanto a sus relaciones íntimas. U otras cosas.
Más sobre el tema de las listas de ANV en esta entrada de Fábregas en su blog.
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