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miércoles, 23 de marzo de 2011

Cocinillas y calzonazos


Rompedor Sánchez Dragó en su artículo del lunes. Más de una feminista de pro estará haciendo conjuros contra él. Bibiana tiene que actuar de oficio.

DÍA DEL PADRE según el santoral de El Corte Inglés. Se asombra Boadella, en nuestro libro de conversaciones, de que los maridos de hoy acompañen a sus mujercitas al ginecólogo. ¿Qué pinta allí un maromo que se viste por los pies y carece de sonrisa vertical? No cabe imaginar situación más ridícula y humillante que ésa. Bueno, sí… La de una esposa solícita que vaya con su marido cincuentón al urólogo para que éste le palpe la próstata con los calzoncillos en los calcetines. A él, no a ella, claro, aunque todo se andará. Dicen algunas biólogas que pronto habrá féminas provistas del cromosoma Y en el par 22 y capaces, por lo tanto, de reproducirse entre ellas sin concurso de varón. Sobramos, eso es lo cierto. El mundo de hoy (y el de ayer, en contra de lo que los tamborileros del feminismo sostienen) es un matriarcado. De acuerdo, pero a no ser que nos lleven a rastras -¿doy ideas?- ni Boadella ni yo iremos nunca al ginecólogo. ¡Si no lo hemos hecho cuando estábamos en edad de merecer! Nos dijo al salir el libro una periodista que las mujeres preñadas necesitan apoyo psicológico y que ésa es la razón de que sus santos vayan a la consulta. ¿Apoyo psicológico? ¡Pero si nunca las mujeres son tan felices, pisan tan fuerte y se comen el mundo con más apetito que cuando están encinta! Somos nosotros quienes en tan embarazosa circunstancia necesitamos mimo, sopitas, yinseng y psicoanálisis. Mienten, como cobardicas que son, todos esos calzonazos que sonríen melifluamente y aseguran sentirse realizados (¡bonita cursilada!) cuando sus cónyuges les anuncian, entre dengues y ronroneos, que por fin ha sucedido. La paternidad, que nunca es segura ni obedece a mandato de la biología, sólo con el tiempo deja de producir terror en quien con desgana inicial la ejerce. Soy y he sido, y seré (si se tercia), un buen padre, pero jamás he puesto ni pondré un pañal. Mejor así, porque se me caería el niño al suelo y se escacharraría. Tampoco soy capaz, por parecidas razones, de freír un huevo. Las yemas se me rompen y el aceite me salpica. Las mujeres, sabias siempre, no me dejan andar entre las perolas. Nunca vi a mi padrastro, ni a mi abuelo, ni a mis tíos, franquear el umbral de la cocina. No seas cocinilla, me decían. Y no lo soy, aunque me gusta fregar, barrer y quitar el polvo. Tampoco me dejan. ¿Es eso crueldad mental? No. Es astucia. Quieren tener la sartén por el mango y el control de la escoba. Ya lo tienen. Siempre lo han tenido. ¡Socorro!

domingo, 20 de febrero de 2011

Apestados


Ayer leí en el País un reportaje sobre las prácticas que se empiezan a imponer en EE.UU. para discriminar a los fumadores. Dentro de unos años tendremos algo parecido aquí. Creo que sería mejor que prohibieran el tabaco de una vez. Al menos tendrá el glamour de sentirse un fuera de la ley y no sólo un apestado.

Si fumas no trabajas

...en 21 Estados norteamericanos, es perfectamente legal despedir o no contratar a fumadores. Llamó la atención sobre ello, en 2006, Scott Rodrigues, cuando fue despedido de The Scotts Co., una empresa dedicada a la jardinería, según dijo él en su demanda "por fumar en privado, nunca en horario laboral, siempre fuera del lugar de trabajo". La empresa implementó, en 2005, una nueva norma por la cual haría análisis de orina aleatorios a los empleados. Los que dieran positivo, serían despedidos fulminantemente.

En agosto de 2006 se sometió a Rodrigues a uno de esos análisis, dio positivo y fue despedido. En su demanda, presentada en 2007 en la corte federal del distrito de Massachusetts, este admitió haber fumado. Pero, añadió, "nunca en el trabajo... ni siquiera en los periodos de descanso en jornada laboral o en presencia de otros empleados o clientes de Scotts". Destacó, además, que la empresa se había centrado en combatir el tabaco pero no otras dolencias tan costosas o más.

"Scotts no fuerza a sus empleados a evitar otras prácticas legales pero insanas, incluidas la obesidad, el consumo de alcohol, no hacer deporte, paracaidismo, exceso de horas ante el televisor, consumir demasiados productos azucarados, ser dueño de mascotas peligrosas, volar en avionetas privadas, hacer montañismo, participar en carreras de esquí de descenso, manejar yates en solitario o fumigar céspedes con químicos de composición tóxica", dijo.

Suena, es cierto, a broma. Pero para las personas afectadas no lo es. Rodrigues perdió su trabajo y, eventualmente, la demanda, en 2009. No está solo. Su caso no es único o aislado. Ni siquiera es de los más flagrantes porque él había trabajado para su empresa dos semanas. ¿Qué sucede si, en lugar de 14 días, hubieran sido más de 5.000, 14 años de leal servicio a una empresa? Podría responder Anita Epolito, que en 2005 fue despedida por sus jefes de la empresa consultora de seguros de Michigan Weyco. Había fumando ocasionalmente en los descansos de su jornada laboral y fumaba en casa. El uno de enero de aquel año sus jefes prohibieron el tabaco dentro y fuera de la oficina. Un análisis de orina reveló que había fumado. En su casa. Fue despedida. "¿No significan nada mis 14 años de servicio a la empresa?", le preguntó a su jefe. "Lo siento, pero no".

jueves, 1 de abril de 2010

Juaristi sobre los curas pederastas

ES innegable que curas y religiosos han cometido delitos de pedofilia y que miembros de la jerarquía eclesial, en determinados países, han encubierto culposamente tales hechos, de modo que algunos han quedado impunes. El asunto es gravísimo, y de consecuencias terribles para las víctimas; y, desde luego, para la propia Iglesia. Por otra parte, los autores de estos crímenes y de su encubrimiento son una minoría dentro del clero católico. El actual pontífice los ha reprobado públicamente y ha pedido perdón en nombre de la Iglesia. Era lo que debía hacer, y no un gesto gratuito, condescendiente y generoso al que Benedicto XVI no estuviera obligado, como bastantes católicos españoles parecen pensar. Y nada indica que el Papa suponga que, obrando así, exima a los culpables de las responsabilidades penales en que hayan incurrido y se les pueda en justicia demandar.
Dicho esto, creo que sería ingenuo pasar por alto otros aspectos de la cuestión, como la extendida tendencia a generalizar las imputaciones de pederastia o de complicidad con la misma a toda la Iglesia. Aquí influyen distintos factores. En primer lugar, la histeria contagiosa que va siempre asociada a este tipo de escándalos y de la que hay precedentes bien conocidos. En las décadas finales del pasado siglo, se desató en Estados Unidos una auténtica fiebre de denuncias por abusos sexuales en las escuelas, y muchos maestros fueron detenidos y procesados. Aunque la mayor parte de ellos fueron absueltos por los tribunales, sus reputaciones quedaron seriamente dañadas y la profesión, en general, se vio puesta bajo sospecha durante varios años, al tiempo que se difundía la superstición de que muchísimos americanos (si no la totalidad de ellos) habían sido violados en su infancia por sus profesores o por sus mismos padres, convirtiéndose en neuróticos crónicos al empeñarse en reprimir y negar la memoria de aquellas supuestas agresiones. Obras como el best-seller de Jeffrey M. Masson -El asalto a la verdad (1984)-, en el que se reprochaba a Freud haber renunciado a la teoría de la seducción infantil por resultarle intolerable la idea de que la mayoría de los adultos varones abusaran habitualmente de sus hijos, proporcionaron combustible a lo que resultó ser, a la postre, una paranoia colectiva inducida por el eclipse de la familia y la consiguiente conciencia de culpabilidad en los millones de divorciados jóvenes que se desentendían, en la práctica, del cuidado de sus proles.
En el caso de España, no es aventurado conjeturar que puede influir en las fantasías anticlericales del presente la incidencia de una crisis similar de la institución matrimonial, que ha llegado con algún retraso respecto a Estados Unidos y a la Europa más próspera, y que, dada la peculiar historia de nuestro país, busca su chivo expiatorio en la educación católica. Muchos de los que pasamos por ella -incluso algunos que no nos consideramos siquiera cristianos- guardamos un buen recuerdo de nuestros colegios, pero no se puede ignorar que existe un alto porcentaje de resentidos. Por último, hay que contar con la evidencia de un anticristianismo militante, el nuevo «socialismo de los imbéciles», dispuesto a emular al antisemitismo de antaño. Los chistes gráficos de cierta prensa a propósito de curas pedófilos parecen calcados de las imágenes antijudías clásicas, con sus caricaturas de rabinos de rasgos repugnantes crucificando o degollando niños cristianos. Y es que a los perseguidores se les ve venir desde lejos, porque recurren siempre a las mismas técnicas estereotipadas para propagar el odio.

jueves, 31 de diciembre de 2009

Fin de una década. Feliz 2010.


Hoy termina la primera década del siglo XXI. Tremenda década, dominada por el terrorismo y la guerra, la creación y explosión de una tremenda burbuja financiera y económica y por el avance inexorable de China e India como incipientes potencias económicas a considerar en el futuro.

En España, la consolidación de un sistema de partidos y de poder en el que los ciudadanos somos súbditos de un Estado ineficaz y carísimo. Además de la resurrección de las dos Españas para deleite del progresismo zapateril. Eso sí, en esta década España ha destacado en el deporte con figuras como Nadal, Alonso, Gasol, la selección de fútbol, cuatro copas Davis de tenis. Algunos pensarán que somos una potencia mundial por el nivel de nuestros deportistas. Eso pensaban los alemanes del Este en tiempos de la RDA.

Feliz 2010

domingo, 26 de abril de 2009

Ahorre agua, hágase vegetariano

Different foods require radically different amounts of water. To grow a kilogram of wheat requires around 1,000 litres. But it takes as much as 15,000 litres of water to produce a kilo of beef. The meaty diet of Americans and Europeans requires around 5,000 litres of water a day to produce. The vegetarian diets of Africa and Asia use about 2,000 litres a day (for comparison, Westerners use just 100-250 litres a day in drinking and washing).
So the shift from vegetarian diets to meaty ones—which contributed to the food-price rise of 2007-08—has big implications for water, too. In 1985 Chinese people ate, on average, 20kg of meat; this year, they will eat around 50kg. This difference translates into 390km{+3} (1km{+3} is 1 trillion litres) of water—almost as much as total water use in Europe.


El artículo entero, en The Economist.

domingo, 8 de marzo de 2009

Delito de hospitalidad


Leo que hay un ex-directivo de banca que ayuda a inmigrantes sin techo dándoles cobijo, comida y oportunidades de trabajo. Se expone con esta actitud a una multa de hasta diez mil euros. Mi amigo Cami también se expone a la misma multa por dar de comer y llevar ropa a pobres de toda condición en un localito de Atocha. Probablemente esta sanción esté fundamentada no en la ayuda al prójimo, sino en que son entidades privadas, normalmente ligadas a la Iglesia las que hacen el bien a esta pobre gente.

Mi tía Pili también lleva comida todas las semanas a otros pobres ancianos a una parroquia. También es una delincuente en potencia. Sin duda, sería tachada de derechista por esta ministreja amante de la muerte que preconiza la "igual dá" y por toda esta panda de progres ensimismados en su visión estatalista del mundo. Nada hay ni puede haber en su mente sin el Estado y, por tanto, es necesario sancionar toda aquella iniciativa privada que se salga de la "voluntad política".

Soledad Gallego Díaz
escribe sobre esto en El País de hoy:

La idea es tan violenta que el propio texto legal explicita que "en la propuesta de sanción se tendrán especialmente en cuenta todas las circunstancias personales y familiares". Quizá la multa sea menor si se trata de un inmigrante "con papeles" que no ha expulsado de casa a su hermano, en situación irregular, o de un trabajador social poco dado a cerrar la puerta de su comedor público. Las autoridades prometen estudiar cada caso con cuidado. Lo que importa, sin embargo, no es la benevolencia con que se aplique este artículo de la ley, sino la profanación que supone su simple enunciado. Profanación no es una palabra religiosa. Significa deshonra, uso indigno de algo que se considera respetable y las leyes, la ley, debería entrar en ese apartado. El concepto de hospitalidad tampoco es un concepto religioso. Más bien era una obligación impuesta por los dioses a los humanos en la antigüedad, una manera de hacerles hombres y mujeres. No se trató nunca de una virtud moral sino de una responsabilidad. No se trata de ser "hospitalarios" porque somos buenos y tontos (una asociación de ideas que tanto gusta a los imbéciles malvados), sino porque es una obligación del ser humano, una de las más antiguas que se recuerdan y reconocen.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Decadencia

Esta semana se ha conocido la sentencia por la que se condena a una mujer a 45 días de cárcel por haberle pegado una bofetada a su hijo de 10 años y la prohibición de acercarse a él durante un año y medio. Una exageración, sin duda, aunque al fiscal le parece poco. Sin embargo, esta misma señora se habría llevado los elogios del Gobierno con Bibi y Mari Tere a la cabeza si hubiera abortado a los 6 meses de gestación.

Así es nuestra particular decadencia.

El precio de las cosas


¿Deberíamos pagar todos el mismo precio por el mismo producto o servicio?

Creo que no, pues aún a riesgo de que Machado y Moratinos me llamen necio, el precio es la medida del valor que las personas le dan a las cosas. Si personas diferentes valoran de forma diferente el mismo bien o servicio, ¿por qué deberían pagar precios diferentes? Mucha gente lo hace todos los días y creo que se extenderá cada vez más, a medida que las empresas sean capaces de encontrar las variables que hacen que sus clientes valoren de forma diferente sus servicios y sean capaces de discriminar a los clientes (en marketing se llama segmentar).

Acabo de leer en el WSJ que los San Francisco Giants, el equipo de béisbol lo va a imponer la próxima temporada. También lo hacen ya algunos cines de Madrid y las aerolíneas lo hacen desde hace muchos años.

Los colectivistas de este mundo, que piensan que cualquier beneficio empresarial es abusivo y está basado en la explotación del consumidor por parte del empresario se quejarán de que es injusto, de que con algunos servicios la empresa gana mucho más dinero del que le cuesta, obteniendo un beneficio excesivo. ¿Y qué es excesivo cuándo alguien está dispuesto a pagar lo que le piden porque a cambio percibe un valor que le satisface? ¿No es acaso libre de no pagar lo que le piden y no comprar? Si lo compra es porque el valor que le da al dinero que paga es algo menor del que le da al servicio que le prestan.

Si esto se extiende, como dice el WSJ, ¿veremos el precio de la fruta subir cuando el frutero se dé cuenta de que quedan pocas piezas en la tienda? ¿Y bajar cuando las frutas estén cerca de la caducidad? Esto último lo practica un puesto de quesos del mercado de La Paz en Madrid con los quesos a los que les queda poco para caducar.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Californianos, fachas

El martes electoral norteramericano no sólo va de presidentes. También hay algún referéndum que otro. Los californianos, como la Reina Sofía, son unos fachas.

domingo, 24 de agosto de 2008

¿Diversión? Matonismo


Ayer, el ilustrísimo Ayuntamiento de Chiclana, organizó un concierto en la playa de La Barrosa. Gratis, por supuesto. Era la una de la madrugada y allí seguía una multitud de gente de todas las edades bailoteando al ritmo de las mediocres canciones de Hombres G, con esa "estupida alegría de vivir", que decía mi tío Baldomero. Allí estaba yo recogiendo a mis hijas adolescentes. Era la una de la mañana y aquél grupo de adolescentes de 40 años que son los Hombres G seguía atronando la playa con su música insufrible. Se veía a gente de las viviendas circundantes asomada a los balcones, no sé si por afición a los músicos o por carecer de actividad alternativa, ya que dormir era imposible y ver la televisión o leer, también.


Es decir, que los que pagan los impuestos al Ayuntamiento reciben a cambio una noche de ruidoso insomnio. Esto es algo que sólo puede pasar en España, obviamente. Luego, este mismo Ayuntamiento prohíbe los juegos de pelota en la playa.


Me pareció especialmente acertado el artículo de Arcadi Espada ayer en El Mundo, en el que hablaba de esto mismo referido a las fiestas del barrio de Gracia de Barcelona:


"Como ya habíamos alcanzado la una de la mañana y, fuese por mi alcohol o por el alcohol de la plaza, la música resonaba cada vez más fuerte y desagradable en mis oídos comenté la indignante mas probabilísima hipótesis de una noche en la que uno quisiera dormir, en su casa, en su ciudad, arrullado por sus impuestos, y no pudiera hacerlo ni a dos manzanas. Este tipo de comentarios, repensados, pondrían lúgubre a cualquiera de mi edad. Pero sabes que los hacía ya a los veinte años y me muevo por ellos con una naturalidad máxima. El matonismo produce repulsión a todo hombre civilizado y la acción musical de la masa siniestramente joven, de madrugada, en la plaza del pueblo, es matonismo, insoslayable. Estaba en esos coloquios cuando el joven anfitrión dio la noticia:–Lo peor es que hay una residencia de ancianos que da a la misma plaza. Y además es pública. Deben de pagarla los mismos que pagan el concierto."


Lo mismo que en Chiclana.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Los pusilánimes


Varias veces he hablado en este blog del proceso de infantilización y de pérdida de responsabilidad que se está produciendo en los países occidentales, provocado en parte por la omnipresencia del Estado en todos los ámbitos de la vida, pero también por un proceso de reblandecimiento social en el que los niveles de exigencia se han relajado a niveles preocupantes para evitar el "sufrimiento" de las personas, en especial de los jóvenes. Por eso se relaja la disciplina y se elimina el castigo y se toleran comportamientos que en otras épocas habrían sido fuertemente reprobados.


La consecuencia es una sociedad pusilánime (DRAE: Falto de ánimo y valor para tolerar las desgracias o para intentar cosas grandes.) que se ofende por todo y que espera que haya siempre alguien que resuelva sus problemas, aún a expensas de perder la libertad.


Linguini me recomienda un artículo de Javier Marías en El País en el que habla de esto y que copio a continuación. Me sorprende que Javier Marías, tan socialista él, escriba esto, que no es sino un alegato contra la corrección política que nos aqueja y que está encarnada principalmente en el PSOE. Esta pusilanimidad es la que lleva a aceptar el pago de un rescate a unos piratas o la negociación política con terroristas sin rechistar. Porque para resistir los embates de las fuerzas del mal, y los piratas y la ETA son el mal, se mire por donde se mire, hay que tener presencia de ánimo, tolerancia de la desgracia e intentar cosas grandes como la victoria del bien sobre el mal.


El artículo de Marías. Gracias, Linguini.


Se me escapa el porqué, pero resulta evidente que cada vez interesa más crear una sociedad de pusilánimes. Se ha hecho raro que la gente dirima sus diferencias sin recurrir a alguna instancia superior o árbitro conminatorio: policía, jueces, comités, leyes, ordenanzas. Lo cual tiene, como primera consecuencia nefasta, la obsesión por reglamentarlo todo, cuando no todo ha de estar sujeto a reglamentos. Es más, cada vez que cualquier aspecto de la vida “sufre” una normativa, o algo que no lo era es convertido en delito, se está renunciando a una parcela de libertad. Intereses encontrados, desacuerdos, antipatías personales, individuos con afán de dominación, persuasores e intrigantes en busca de su provecho, todo eso lo ha habido siempre, y cada cual ha bregado con ello como ha podido o sabido, sin necesidad de elevar una denuncia, de recurrir a la autoridad, de chivarse al jefe, de implicar a otros en sus problemas. La cuestión principal es esa: hoy casi nadie está dispuesto a enfrentarse con sus problemas ni a resolverlos por su cuenta, sino que casi todo el mundo espera que “alguien” se los quite de encima.


Hace ya bastantes años que en las Universidades de los Estados Unidos empezó a hablarse del “acoso sexual visual”, lo cual llevó a la mayoría de profesores a impartir sus lecciones con la mirada perdida en el techo o en el infinito, no fuera a ser que, si la fijaban en alguien –quienes hemos enseñado sabemos que a veces uno la fija en un alumno o alumna de manera casual e involuntaria, sin en realidad mirarlos ni verlos, simplemente como “personificación” momentánea de la clase entera–, ese alguien los denunciara por “persistentes ojos lujuriosos” o algo por el estilo. Ahora leo que el “acoso” o “intimidación” laboral –que sin duda existe, sobre todo por parte de un superior a un inferior, pero apenas entre iguales: quiero decir que entre iguales no debería llamarse así– puede darse en cosas tan sutiles y nimias como eso, una mirada. “Imagínese”, dice el pusilánime Joel Neuman, director del centro de gestión aplicada de la SUNY-New Paltz School of Business, “que está sentado a una mesa de reuniones. Usted hace una propuesta y alguien lo mira y niega con la cabeza todo el rato”. Oh, santo cielo, qué terrible, y qué piel tan fina tienen tanto el señor Neuman como, por lo visto, buena parte de los trabajadores americanos y, por extensión, mundiales. Se trata, una vez más, de infantilizarlo todo: “Ay, Fulanito me ha mirado mal y no ha asentido mientras yo hablaba, y eso me ha intimidado un huevo”. Por favor. “Puede hacer mucho daño que a uno lo desprecien constantemente delante de sus iguales”, agrega el muy cursi señor Neuman. Pero él no es el único: la Asamblea Legislativa del Estado de Nueva York está preparando un proyecto de ley contra la intimidación laboral, y el catedrático David Yamada, de la Suffolk University Law School de Boston, ha redactado otro borrador de ley al respecto, arguyendo que “hay un vacío real en la ley, y alguien podría ser objeto de tormentos y humillaciones y estar sufriendo por ello”.


¡Tormentos y humillaciones! El mundo está lleno de personas timoratas y acomplejadas, que “sufren” por cualquier cosilla, esto es, por las cosas normales de la vida. Es algo corriente que uno caiga mal a unos y bien a otros, y que ambos grupos se lo hagan notar de alguna manera. Evidentemente está mal hacerle a alguien la vida imposible, e innegables putadas, y descarada y gratuita burla, o segarle la hierba bajo los pies para procurar su despido y usurpar su puesto. Pero no exageremos. “Entornar los ojos, lanzar una mirada intensa o un bufido displicente” no son, como sostiene el artículo del New York Times que cayó ante mi vista y ahora comento, “tácticas de intimidación en el puesto de trabajo”. Lo que al parecer quiere exigirse es que nadie ponga nunca el menor reparo a las propuestas, iniciativas o competencia de nadie, ni siquiera con miradas o gestos, aunque tales propuestas e iniciativas sean estupideces o del todo inviables y vengan de un incompetente. Y, a este paso, la restricción de las libertades acabará por ser asfixiante. No sé. Yo no soy nada dado a intervenir en mesas redondas, tertulias y demás inutilidades. Pero las pocas veces en que he participado en alguna, no he podido ni he querido evitar enarcar las cejas, o sonreír con ironía, o torcer el gesto –lo que un pusilánime pueril llamaría “poner caras”– mientras escuchaba a otro soltar barbaridades o majaderías (claro está, desde mi punto de vista). E, igualmente, no se me ha ocurrido quejarme si otro participante hacía lo mismo mientras era yo quien hablaba. Es lo normal, es lo natural y esperable, y quien se sienta “intimidado” o “acosado” por tamañas expresiones faciales, hasta el extremo de requerir que cesen y buscar amparo en una instancia superior o en una ley que regule los fruncimientos y las miradas de desaprobación o guasa, es simplemente un blandengue que no debería asomarse a una mesa redonda ni a una tertulia, ni tan siquiera correr el riesgo de trabajar en compañía. No caemos bien a todo el mundo, y a algunas personas les resultamos insoportables. Lo que decimos u opinamos le puede parecer idiota a cualquiera, y está en su derecho de hacérnoslo saber, o de hacérnoslo ver como mínimo. Eso no supone que nos estén “acosando” o “intimidando”, por caridad. Sino que forma parte, tan sólo, de las circunstancias de la vida. Pero ya se ve que, con tanta pamema, lo que hoy tiende a formarse son individuos tan débiles y sensibles que resulten incapacitados para lo único fundamental, es decir, para andar por esta vida.